lunes, 6 de junio de 2011

El país de Anahuac

James Walker. Vista del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, México.

¡Viajero, ven con nosotros! No temas. Presenciarás escenas sublimes y tenebrosas, alegres y hermosas. ¡Poeta! Allí encontrarás temas de poesía dignos de tus más inspirados cantos. ¡Pintor! Para ti hay allí cuadros de admirable frescura, pintados por la mano de Dios. ¡Novelista! Allí encontrarás leyendas aún no cantadas por el escritor, leyendas de amor y de odio, de gratitud y de venganza, de falsedad y de abnegación, de nobles virtudes y de repugnantes crímenes; leyendas de fragante romanticismo y ricas de realidad.
¡Vamos hacia allá, surcando las obscuras y embravecidas olas del inquieto Atlántico, a través de las islas antillanas, hacia las orillas de Anahuac!
Variado es el aspecto de aquella tierra pintoresca, abundante en escenas que cambian como los tonos del ópalo. Variado es el paisaje que sirve de teatro a estas escenas. Valles profundísimos que parecen llegar a las entrañas de la tierra; montañas que se pierden en el cielo; llamaradas que se esfuman en el horizonte, en donde el borde de la azulada bóveda parece descansar en el confín sin límites; onduladas campiñas cuyas lomas de suaves curvas recuerdan las ondas del océano. ¡Pero!... Cualquier descripción que de estas escenas se haga, no ha de dar sino paupérrima idea de lo que son. La pluma no puede sino retratar muy débilmente el grande, el sublime efecto producido en la mente del que mira los profundos valles o eleva la vista hacia la cima de las gigantescas montañas de Méjico.

Traducción del inglés por E. V.

Los tiradores de rifle
Mayne Reid

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