jueves, 21 de marzo de 2013

Hotel Nirvana

Paul Gehrmann. Salón, 1923.

Leído en el Scotti Hosteller. "Este hotel es célebre por su paz y soledad. De hecho, de todo el mundo vienen multitudes a disfrutar de la soledad".

Todo el ciclo vital puede discurrir en los hoteles, desde el nacimiento a la muerte. El poeta Arthur Rimbaud enfermó en el Hotel del Universo de Adén, Yemen; André Gide se hospedó en el Oasis de Argel, Zelda y Scott Fitzgerald en el Du Cap de Antibes (Francia), Teófilo Gautier en la posada guipuzcoana de Astigarraga, Paul Bowles en el Hotel España de Alhucemas; Henry Miller vivió encantado en el Grand de Atenas rodeado de cucarachas y escarabajos, feliz a pesar de todo en un hotel en el que le trataban tan bien y que conservaba "el aroma del pasado".

El viajero se mece en el mito, se recrea en la atmósfera de ésos y otros hoteles. Algún error en el servicio, un menú discutible pasan siempre a un segundo plano. Do not disturb. La leyenda, los amores y suicidios, las pasiones, las emociones y los delirios, las pesadillas y las alegrías de sus clientes excitan nuestra curiosidad. Hay que dejarse envolver por la nostalgia, convertir nuestra habitación en un centro de peregrinaciones, sin olvidar que al fin y al cabo un viaje es la búsqueda de un poco de conversación en la otra punta del mundo.

Hotel Nirvana (1999)
Manuel Leguineche

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