sábado, 29 de junio de 2013

Las cenizas de Ángela

Robert Doisneau. Le cadran scolaire, París, 1956.

Vamos a la escuela por callejones y callejuelas para no encontrarnos con los niños respetables que van a la escuela de los Hermanos Cristianos ni con los ricos que van al colegio Crescent, el de los jesuitas. Los niños de las escuelas de los Hermanos Cristianos llevan chaqueta de tweed, jerseys de lana calientes, camisas, corbatas y botas nuevas y relucientes. Sabemos que son los que trabajarán de funcionarios y ayudarán a la gente que dirige el mundo. Los chicos del colegio Crescent llevan chaquetas cruzadas y bufandas con los colores del colegio y por encima de los hombros para mostrar que son los amos del cotarro. Llevan el pelo largo, les cae por la frente y encima de los ojos, para poder mover el flequillo de un gesto como hacen los ingleses. Sabemos que son los que irán a la universidad, se harán cargo de la empresa familiar, dirigirán el gobierno, dirigirán el mundo. Nosotros seremos los recaderos que iremos en bicicleta a repartirles los cometibles e iremos a Inglaterra a trabajar en las obras. Nuestras hermanas cuidarán de sus hijos y les fregarán los suelos, a no ser que también ellas se vayan a Inglaterra. Nosotros lo sabemos. Nos da vergüenza el aspecto que tenemos, y si los chicos de las escuelas de los ricos hacen comentarios tendremos peleas y acabaremos con la nariz sangrando o con la ropa rota. Nuestros maestros no tienen paciencia con nosotros ni con nuestras peleas porque sus hijos van a las escuelas de los ricos, y nos dicen: 
-No tenéis derecho a levantar la mano a la gente que pertenece a una clase mejor que la vuestra, así que no lo hagáis.

Traducción de Alejandro Pareja

Las cenizas de Ángela (1996)
Frank McCourt

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