jueves, 31 de enero de 2013

Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra

Alexei Galushkov. Chevrolet, 1950.

Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra,
A la luz de la luna y del sueño en la carretera desierta,
Manejo solitario, manejo casi despacio y un poco,
Me parece, o me esfuerzo un poco para que me lo parezca,
Que sigo por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo,
Que sigo sin haber dejado Lisboa o sin tener que llegar a Sintra,
Que sigo ¿y que más haría sino seguir y no parar y seguir?
 
Voy a pasar la noche en Sintra para no pasarla en Lisboa,
Cuando llegue a Sintra sentiré pena por no haberme quedado en Lisboa.
Siempre esta inquietud sin propósito, inconexa, sin resultado,
Siempre, siempre, siempre,
Esta angustia desorbitada del espíritu por ninguna cosa,
En el camino de Sintra, en el camino del sueño, en la carretera de la vida...
 
Traducción de Octavio Paz
 
Poemas de Álvaro de Campos
Fernando Pessoa

miércoles, 30 de enero de 2013

El goce de viajar

Lin Yutang, fotografiado por Carl Van Vechten en 1939.

Pero esto se debe a que cuando uno va a las playas y balnearios adonde van todos, se pierde o se olvida todo el beneficio de una asociación más íntima con la Naturaleza. Vamos a una estación termal famosa, y nos decimos: "Ahora vamos a estar a solas", pero después de comer en el hotel recogemos el diario y descubrimos que el lunes llegó la señora B. A la mañana siguiente, en nuestra caminata "solitaria", encontramos a toda la familia de los Dudley, llegada en tren la noche anterior. El jueves por la noche descubrimos, con gran deleite, que también el señor S. y su esposa están pasando sus vacaciones en este maravilloso valle esondido. La señora S. invita entonces a los Dudley a tomar el té, y los Dudley invitan a los esposos S. a una partida de bridge, y oímos a la señora S. que exclama: "¡Qué encantador es esto! Igual que en Nueva York, ¿verdad?".

Me atrevo a sugerir que hay otra manera de viajar, viajar para no ver nada ni a nadie, sino las ardillas y las ratas almizcleras y los picamaderos y los árboles y las nubes. Una amiga mía, una dama norteamericana, me contó cómo fue con algunos amigos chinos a una colina de las cercanías de Hangchow, con el fin de no ver nada. Era una mañana brumosa, y al subir la colina la niebla se hacía cada vez más densa. Se oía el suave golpeteo de las gotas de humedad en el césped. No se veía nada más que la niebla. La dama norteamericana estaba desalentada. "Pero tiene que seguir con nosotros, hay una vista maravillosa allí en lo alto", insistieron sus amigos chinos. Siguió subiendo, y al cabo del rato vio a la distancia una peña muy fea, envuelta en nubes, que había sido anunciada como una gran vista. "¿Qué es eso?", preguntó. "Es el Loto Invertido", respondieron sus amigos. Algo mortificada, se disponía a emprender el descenso. "Pero hay una vista aún más maravillosa desde la cima", le dijeron. Tenía ya casi empapado el vestido, pero había renunciado a la lucha y siguió el ascenso. Por fin llegaron a la cumbre. Les rodeaba por todas partes un conjunto de nieblas y brumas, apenas visible en el horizonte el contorno de distantes montañas: "Pero si aquí no hay nada que ver", protestó mi amiga. "Precisamente; subimos para no ver nada", le respondieron sus amigos chinos.

Traducción de Román A. Jiménez

La importancia de vivir
Lin Yutang

La siesta

Scott Prior. Plácida siesta.

Entre la vida y muerte,
como una vela rubia,
se esparce el sueño.

Debajo de la higuera
es el verano dulce.

Debajo del azul del firmamento
se adormece mi casa.

Y dentro de la casa hay una alcoba
como un ascua.
Pero la entorno.

Y oigo batir los élitros bermejos
mientras sedosamente me deslizo
por la penumbra.

Migajas del pan nuestro (1954)
Juan Gil-Albert

domingo, 27 de enero de 2013

El satiricón

Petronio. El satiricón.

Hubo una vez un obrero que fabricó una vasija de cristal que no se podía romper. Se le concedió el honor de presentarla al César, y, cuando éste la hubo examinado, el obrero la cogió de nuevo y la tiró contra el suelo. Espantóse el emperador al ver aquello; pero el receptáculo no se quebró: únicamente se abolló un poco, como si hubiese sido de metal. El operario, ni corto ni perezoso, sacó un martillo y la arregló con gran destreza, haciéndole adquirir la forma primitiva. Después de aquella muestra de habilidad vio el cielo abierto cuando el César le preguntó:
-¿Hay alguien que conozca el arte de fabricar el vidrio como tú? ¡Mide bien tus palabras!
Contestó el otro que era el único conocedor de aquel secreto, y entonces el emperador le mandó decapitar, con el pretexto de que si semejante arte se extendiera, perdería el oro su valor.

Traducción de M. Rossell Pesant

El satiricón
Petronio

Sobre la efímera existencia

Aníbal Núñez. Obra poética.

Sobre la efímera existencia
de la amapola roja ha sido dicho
todo, de las hormigas
doctas palabras se han escrito
describiendo su vida laboriosa
su acarreo previsor de provisiones
para el amargo invierno
                                   mil tratados
de geología y botánica registran
los nombres de las piedras y las inflorescencias
(la más pequeña hierba está clasificada)

nada, pues, tengo que decir
de todo lo que veo, aunque me es fácil
levantar la cabeza, erguirme, distinguir
al fondo del paisaje -abandonando
mi siesta pastoril- el desolado y alto
muro de la prisión
y no escribir en él y sobre él
una palabra sola: libertad.

Fábulas domésticas (1972)
Aníbal Núñez

Aforismos

Georg Christoph Lichtenberg. Ilustración de Protón. Ucting. (Galería de científicos).

1002
Una hermosa tarde de primavera de 1792, estando yo en la ventana que da a mi jardín, situado a unos dos mil pies de distancia de la ciudad, me entró curiosidad de oír lo que desde la famosa Gotinga pudiera llegar a mis oídos, y esto fue:
1) el rumor del agua en el gran molino,
2) el ruido de unos cuantos carros o carruajes que pasaban,
3) un griterío muy vivo y persistente de niños que, probablemente, estaban cazando abejorros en el bastión,
4) ladridos de perros a diferentes distancias y en una amplia gama de registros sonoros y afectivos,
5) tres o cuatro ruiseñores en los jardines aledaños o en la ciudad,
6) innumerables ranas,
7) un retintín de bolos que entrechocaban y
8) una especie de corno mal soplado que era lo más desagradable de todo

1243
Carlos V llevó a tal extremo su respeto por los arados que se descubría la cabeza siempre que veía alguno. Pienso que el patíbulo y la prensa de imprimir tampoco serían indignos de semejante honor.

Traducción de Juan del Solar

Aforismos
Georg Christoph Lichtenberg

lunes, 21 de enero de 2013

Seth Compton

Edgar Lee Masters. Imagen tomada de Wikimedia Commons.

Al morir yo, la biblioteca circulante
que había creado para Spoon River
y que dirigí para el bien de las mentes ansiosas de saber,
fue vendida en subasta en la plaza pública,
como si quisieran destruir el último vestigio
de mi memoria e influencia.
Pues aquellos de vosotros que no veíais para qué servía
conocer tanto Ruinas, de Volney, como Analogía, de Butler
y lo mismo Fausto que Evangelina,
erais la verdadera fuerza del pueblo,
y a menudo me preguntabais:
"¿Para qué vale conocer el mal del mundo?"
Ya no puedo meterme en tus cosas, Spoon River;
elige tu propio bien y llámalo bien.
Pues nunca pude hacerte ver
que nadie sabe qué es el bien
si no sabe qué es el mal;
y nadie sabe qué es la verdad
si no sabe lo que es falso.

Traducción de Jesús López Pacheco y Fabio L. Lázaro

Antología de Spoon River
Edgar Lee Masters

domingo, 20 de enero de 2013

Diario

Ana Frank, en una foto de 1941. Foto tomada de Annefrank.org.

Créeme, cuando llevas un año y medio encerrada, hay días en que ya no puedes más. Entonces ya no cuenta la justicia ni la ingratitud; los sentimientos no  se dejan ahuyentar. Montar en bicicleta, bailar, silbar, mirar el mundo, sentirme joven, saber que soy libre, eso es lo que anhelo, y sin embargo no puedo dejar que se me note, porque imagínate que todos empezáramos a lamentarnos o pusiéramos caras largas... ¿A dónde iríamos a parar?

Traducción de Diego J. Puls.

Diario
Ana Frank

sábado, 19 de enero de 2013

El viaje

Leonor Fini. Vesper Express. (1966)

Achával vivía lejos, a más de una hora de Buenos Aires.
Cada mañana Acha subía al ferrocarril de las nueve para irse a trabajar. Subía siempre al mismo vagón y se sentaba en el mismo lugar.
Frente a él viajaba una mujer. Todos los días, a las nueve y veinticinco, esa mujer bajaba por un minuto en una estación, siempre la misma, donde un hombre la esperaba parado siempre en el mismo lugar. La mujer y el hombre se abrazaban y se besaban hasta que sonaba la señal de salida. Entonces ella se desprendía y volvía al tren.
Esa mujer se sentaba siempre frente a él, pero Acha nunca le escuchó la voz.
Una mañana ella no vino y a las nueve y veinticinco Acha vio, por la ventanilla, al hombre esperando en el andén. Ella nunca más vino. Al cabo de una semana, también el hombre desapareció.

Días y noches de amor y de guerra (1978)
Eduardo Galeano

miércoles, 16 de enero de 2013

Las dos vías

Douglas Ross. Apsara.

¿Para qué toda esta hueca palabrería?
Sólo dos mundos valen la devoción de un hombre:
la juventud de una mujer de pechos generosos,
inflamada por el vino del ardiente deseo,
o la selva del anacoreta.

Versión de Octavio Paz

Epigrama
Bhartrihari

lunes, 14 de enero de 2013

Herbert Cole. Retrato de Omar Khayyam, 1900.

Considera con indulgencia a los hombres que se embriagan.
Tú tienes otros defectos.
Si quieres conocer la paz, la serenidad, vuelve los ojos
a los desheredados de la tierra, a los que gimen en el infortunio.

Más allá de la Tierra, más allá del Infinito,
intentaba ver el Cielo y el Infierno.
Y una voz solemne me dijo:
"El Cielo y el Infierno están en ti".

El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio.
Toda la ciencia de los hombres: palabras.
Los pueblos, las bestias y las flores de los siete climas: sombras.
El resultado de tu meditación perpetua: nada.

Traducción de Ramón Hervás

Rubaiyat
Omar Khayyam

domingo, 13 de enero de 2013

Parque de diversiones

Marco Denevi. Parque de diversiones.

Tú y yo
Leímos todo cuanto había sido escrito sobre el amor. Pero cuando nos amamos descubrimos que nada había sido escrito sobre nuestro amor.

El Cid y Jimena
Se amaron después de tantas dificultades que en el lecho nupcial les pareció que amarse no valía gran cosa.

Don Juan y las mujeres
A ninguna le disgusta tener antecesoras a condición de no tener sucesoras.

De Catalina de Rusia
Si no hubiese sido por mi cuerpo, habría sido casta.

Parque de diversiones (1970)
Marco Denevi

viernes, 11 de enero de 2013

Viajes

Peter Melan. Ex Libris de Johan Souverein.

Para que el viaje fuera una solución y no un simple alivio, el que va no debiera llevarse. De todos modos, el alivio de partir vale la pena.
Es curioso cómo cualquier lugar, después de un tiempo, se convierte en nuestra casa.
Dijo otro que los viajes nos deparan la revelación de que la vida es mientras tanto.

El lector que haya sobrellevado temporadas en ciudades lejanas habrá descubierto, como yo, que la soledad, con su interminable monólogo interior y el rosario de nimias decisiones -ahora hago esto, ahora aquello- peligrosamente se parece a la locura.

En cuanto a los viajes, todos tienen dos partes. La primera parte está dominada por los trámites incomodísimos y la necesidad de adaptarse. La segunda mitad pertenece a la nostalgia (...) Es la nostalgia por todos los lugares de los cuales uno se va yendo.

Del libro ABC de Adolfo Bioy Casares de Daniel Martino

Apuntes
Adolfo Bioy Casares

miércoles, 9 de enero de 2013

Atlas

Atlas. Imagen tomada de Wikimedia Commons.

Sostiene el universo sobre sus hombros. No debe asombrar a nadie, pues éste ha dado múltiples pruebas de su desequilibrio. Sostener el universo sobre los hombros es una tarea absorbente y delicada, que exige toda su concentración; no puede permitirse distracciones, ni pausas, ni paseos por los lagos, ni viajes de placer. Tampoco puede desempeñar otra tarea (no puede tener un interesante empleo en la administración pública); no ha buscado esposa ni tiene hijos. Es, también, una tarea silenciosa y poco brillante, por la cual no recibe tarjetas de felicitación a fin de año, ni aguinaldo, ni premios especiales. Nadie parece prestar demasiada atención al hecho de que sostiene el universo sobre sus hombros, como no se presta atención al empleado de los retretes públicos; ambos saben que son tareas silenciosas pero imprescindibles.
No siempre sostuvo el universo sobre sus hombres; los primeros años de su niñez transcurrieron sin esa responsabilidad, pero no fueron muchos; tiene una imagen desvaída de esa época, quizás porque el peso de sostener el universo le ha arruinado la memoria.
No discute el hecho de que sea él y no otro quien sostiene el universo; lo acepta de una manera visceral, quizás porque se trata de un fatalista que no cree en la posibilidad de modificar sustancialmente las cosas. Hace su trabajo con concentración, aunque a veces siente el deseo de pasear, de tomarse unas vacaciones.
No discute con nadie la índole de su trabajo y le gustaría que alguien, al verlo sostener el pesado universo sobre sus hombros, le sonriera. Pero si esto no ocurre (y de hecho: no ocurre), tampoco se deprime. Ha conseguido instalar en sí mismo una sabia indiferencia ante los placeres mundanos (que de todos modos le estarían vedados por la índole de su trabajo), la comodidad, el lujo y las aficiones de la carne. Carece de cualquier clase de religión y no atribuye a su tarea ningún sentido místico: detestaría ser el origen de una corriente religiosa o política.
Ahora que su salud declina (es un ser mortal como cualquier otro), se pregunta quién será el llamado a sustituirle.No tiene descendencia y no cree que, de todos modos, se trate de un cargo hereditario. Tampoco piensa que la elección dependa de alguna clase de mérito social, intelectual o político. Sabe que es una tarea pesada, ingrata, mal remunerada, pero la única frente a la cual no existe opción. No conoce quiénes fueron sus antepasados en el cargo, y posiblemente le esté vedado conocer al sucesor. Pero quizás por efectos de la vejez, recuerda con especial ternura al niño que un día comenzó a sostener el universo sobre sus hombros. No juzga de ninguna manera a los hombres y mujeres que exonerados de esa tarea, se dedican a otras ocupaciones.
Lo que más le molesta es no ir al cine.

Una pasión prohibida (1987)
Cristina Peri Rossi

lunes, 7 de enero de 2013

Y ellos obedecen

Carl Sandburg, fotografiado por Allan Grant en 1953.

DESTRUID las ciudades.
Derribad los muros.
Convertid las fábricas y las catedrales, los almacenes y las viviendas
en montones de piedra y vigas y madera quemada:
Sois los soldados y nosotros os mandamos.

Construid las ciudades.
Levantad los muros.
Reconstruid las fábricas y las catedrales, los almacenes y las viviendas,
convertidlos en edificios para la vida y el trabajo:
Todos sois obreros y ciudadanos: os mandamos.

Versión de Agustí Bartra

Antología
Carl Sandburg

sábado, 5 de enero de 2013

La sueñera

Ana María Shua. La sueñera.

69
Despiértese, que es tarde, me grita desde la puerta un hombre extraño. Despiértese usted, que buena falta le hace, le contesto yo. Pero el muy obstinado me sigue soñando.

100
Mientras Aladino duerme, su mujer frota dulcemente su lámpara maravillosa. En esas condiciones, ¿qué genio podría resistirse?

La sueñera (1984)
Ana María Shua

miércoles, 2 de enero de 2013

La idea de Europa

Andreas M. Wiese. El coche rojo.

Las calles, las plazas recorridas a pie por los hombres, mujeres y niños europeos llevan, centenares de veces, nombres de estadistas, militares, poetas, artistas, compositores, científicos y filósofos. Éste es mi tercer parámetro. En mi propia infancia en París tomé, en innumerables ocasiones, la Rue Lafontaine, la Place Victor Hugo, el Pont Henri IV, la Rue Théophile Gautier. Las calles de alrededor de la Sorbona llevan los nombres de los grandes maestros de la escolástica medieval. Commemoran a Descartes y a Augusto Comte. Si Racine tiene su calle, también la tienen Corneille, Molière, Boileau. La infinidad de Goetheplätze (plazas de Goethe) y Schillerstrassen (calles de Schiller), de las plazas que reciben el nombre de Mozart o de Beethoven. El colegial europeo, los hombres y mujeres urbanos habitan literalmente en cámaras de resonancia de los logros históricos, intelectuales, artísticos y científicos. Con gran frecuencia, el rótulo de la calle no sólo lleva el nombre ilustre o especializado sino también las fechas relevantes y una descripción sumaria. Ciudades como París, Milán, Florencia, Frankfurt, Weimar, Viena, Praga o San Petersburgo son crónicas vivientes. Releer los rótulos de sus calles es hojear un pasado presente. Y esta pietas no ha cesado en modo alguno. La Place Saint-Germain se ha convertido en Place Sartre-Beauvoir. Frankfurt acaba de bautizar una Adornoplatz. En Londres, un derroche de placas azules identifica las casas en las que se piensa que han vivido no sólo escritores, artistas o científicos naturales medievales, renacentistas o victorianos, sino también los relacionados con el grupo de Bloomsbury y los modernos.
Obsérvese la diferencia, casi dramática. En Estados Unidos, estos memoranda son escasos. Hasta el infinito, las calles se llaman Pine, Maple, Oak o Willow (Pino, Arce, Roble, Sauce). Los bulevares llevan nombres como Sunset (Crepúsculo), y la más noble de las calles de Boston es conociada como Beacon (Faro). Incluso éstas son concesiones a lo humano. Las avenidas y calles americanas están simplemente numeradas o, en el mejor de los casos, como en Washington, se denominan por su orientación: a su número sigue "Norte" u "Oeste". Los automóviles no tienen tiempo para cavilar si van a la Rue Nerval o a la Explanada de Copérnico.

Traducción de María Condor

La idea de Europa (2005)
George Steiner

martes, 1 de enero de 2013

La felicidad

André Maurois. Sentimientos y costumbres.

¿Qué es la felicidad? Fontenelle, en su breve Traité de bonheur propone una definición: "La felicidad es un estado que se desearía no se alterara nunca". Es seguro que si pudiéramos hallar un estado tal de cuerpo y alma que nos hiciera pensar: "Quisiera que esto durase eternamente", o decir con Fausto al Instante: "¡Oh, quédate, eres tan bello!", seríamos sin duda dichosos.
Pero si se entiende por estado el conjunto de fenómenos que en un determinado momento ocupan la conciencia de un ser humano, su duración inmutable parece inconcebible. Incluso no podríamos percibirla como duración. ¿Cómo sería el tiempo sin cambios? ¿Y cómo se eliminaría el cambiar cuando muchos de los elementos que componen la soñada perfección son tan frágiles? Si es un ser, es mortal; si es la música, cesará; si es un libro, llegaremos al final. Podemos, si así lo deseamos, ansiar la duración sin cambios de un estado, pero a sabiendas de que es imposible y de que aun cuando fuera hacedero inmovilizar al instante, la dicha que nos proporcionaría tendería a la anulación, por el desgaste de la novedad.
Debemos, pues, distinguir entre los componentes del estado de felicidad, aquellos que sin alterarlo pueden cambiar, y aquellos otros que son necesarios y por sí solos suficientes para asegurar su duración. En una de las novelas de Tolstoi, Levine, que acaba de celebrar sus esponsales, sale por las calles de la ciudad y lo halla todo admirable: el cielo es más bello, los pájaros cantan mejor; el portero vejete lo mira con asombrosa ternura. Pero Levine, en aquel día, hubiera sido feliz en cualquier otra ciudad. Hubiera visto personas y cosas completamente distintas y también las hubiese hallado admirables. Lleva consigo la luz que lo hace todo tan bello, y es esta luz la esencia de su felicidad.
Lo que engendra la dicha no son los acontecimientos, ni los placeres, ni los espectáculos, sino un especial estado de ánimo que comunica a los sucesos su aliento, y lo que deseamos es la duración de ese estado y no la de los acontecimientos. ¿Es verdaderamente "interior" y no podremos reconocerlo por otros signos que por esa maravillosa transformación que opera en todas las cosas exteriores? Si suprimimos de nuestros pensamientos las sensaciones y los recuerdos, no queda sino un mudo vacío, inexpresivo e inexpresable. Aún reducida a un foco de vivo fuego, la visión del éxtasis místico es tan sólo visión. ¿En dónde hallar éxtasis puro de pura felicidad? Al igual que ciertos peces fosforescentes ven iluminarse las profundidades del mar y las algas y los monstruos marinos cuando se acercan, y no pueden percibir la movible fuente de tan luminosa belleza porque reside en ellos mismos, el hombre feliz observando en cosas y seres el resplandor de su felicidad, apenas y con trabajo llega a entrever la felicidad misma.

Traducción de Josita Hernan

Sentimientos y costumbres
André Maurois