miércoles, 20 de julio de 2016

En un biombo chino

William Somerset Maugham. En un biombo chino.

El jefe mogol

Sólo Dios sabe de que misteriosa distancia procedía. Bajó a caballo por el sinuoso sendero de la alta meseta mogola con sus montañas estériles, pedregosas e inaccesibles que se extendían por todas partes como una impenetrable barrera; pasó en su caballo por delante del templo que defendía la entrada del desfiladero, hasta llegar al cauce del viejo río que venía a ser la puerta de China. Estaba encajonado por la sombra de las colinas que brillaban al sol de la mañana. El incontable tráfico de muchos siglos había formado en aquel suelo pedregoso una primitiva carretera. El ambiente era diáfano y limpio y el cielo azul. Por allí, durante todo el año, desde el alba al crepúsculo, pasaban interminables filas de camellos transportando té hasta Urga, a setecientas millas de distancia, a Siberia, y largas filas de carros tirados por plácidos bueyes y pequeños carritos en grupos de dos y tres arrastrados por robustas jacas; en dirección contraria, hacia China, otros camellos en caravana transportaban pieles para el mercado de Pekín junto con carros que formaban una larga procesión. De pronto, pasó un grupo de caballos y después un rebaño de cabras. Pero sus ojos no se fijaron en aquel variado espectáculo. Iba acompañado por sus servidores, por seis o siete de ellos, que tenían un aspecto bastante miserable, pero una feroz catadura. Formaban un grupo zarrapastroso. Él iba vestido con una chaqueta de seda negra y unos pantalones también de seda negra metidos en sus altas botas de montar, con la puntera torcida hacia arriba, y en la cabeza llevaba el alto gorro de piel de su país. Cabalgaba erguido y, un poco deante de sus servidores; al verle pasar con la cabeza alta y los ojos graves, uno se pregunta si no pensaría que en tiempos pretéritos sus antecesores habían atravesado las montañas por aquel mismo lugar, en rápidos corceles y hacia las fértiles llanuras de China donde ricas ciudades les brindaban un espléndido botín.

Traducción de José Romero de Tejada

En un biombo chino (1922)
William Somerset Maugham

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