sábado, 4 de mayo de 2019

La libélula

Biho Takahashi. Libélula y lotos. 

Mi madre tras envolverme en una plateada capa de aire, se sumergió en el estanque y depositó mi huevo a más de treinta centímetros de profundidad.
Tras la eclosión me convertí en una ninfa grotesca. Mi labio inferior, por ejemplo. es muy largo, y cunado no lo utilizo, me cubre el rostro como una careta antigás.
Me complace, sin embargo, saberme monstruosa, porque sé que, con el tiempo, me convertiré en uno de los insectos más hermosos del bosque. Cuando se haya completado mi desarrollo, me arrastraré fuera del agua y posada sobre el tallo de un junco, se iniciará la metamorfosis. Los latidos de mi corazón, obedeciendo una orden dictada hace millones de años, empezarán entonces a impulsar el plasma sanguíneo hacia el ancho y corto abdomen, y hacia las alas, todavía arrugadas y en forma de saco.
Y surgirá sin fin, como un milagro, la libélula adulta. Un doble juego de alas, plenas de fuerza, me permitirá ascender hacia el sol, y mis ojos, policromados como una vidriera gótica, se extenderán por encima de mi cabeza, ferozmente proyectados hacia cualquier forma de vida que se agite a mi lado.
Sí, sí, amigo mío; me complace saberme una ninfa monstruosa porque los que ahora se burlan de mí, se morderán luego los labios. En mi precaria realidad del momento, vivo yo gozosamente futuras venganzas.

Bestiario (1988)
Javier Tomeo

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