miércoles, 21 de agosto de 2019

Las ruinas de Palmira

Volney. Las ruinas de Palmira.

Invocación

¡Yo os saludo, ruinas solitarias, tumbas santas, muros silenciosos! Yo os invoco y os dirijo mi plegaria. Sí. Mientras que vuestro aspecto hace apartar espantadas las miradas del vulgo, mi corazón halla en contemplaros el encanto de los sentimientos profundos y de los pensamientos elevados. ¡Qué de lecciones útiles, qué de reflexiones interesantes no ofrecéis al espíritu que sabe consultaros! Vosotras, cuando esclavizada, la Tierra entera enmudecía ante los tiranos, proclamabais ya las verdades que detestan y, confundiendo los restos de los reyes con los del último esclavo, testimoniabais el santo dogma de IGUALDAD. Es en vuestro recinto en donde, amante solitario de la LIBERTAD, he visto aparecerme su genio, no como le pinta el insensato vulgo, armado de antorchas y de puñales, sino bajo el aspecto augusto de la JUSTICIA, llevando en sus manos la sagrada balanza en que son pesadas las acciones de los mortales en la puertas de la ETERNIDAD.
¡Cuántas virtudes poseéis, oh, tumbas! Vosotras espantáis a los tiranos, emponzoñáis con secreto terror sus goces impíos; así huyen de vuestro aspecto incorruptible y llevan cobardemente lejos de vosotras el orgullo de sus palacios. Vosotras castigáis al opresor poderoso, despojáis del oro al concusionario avaro y vengáis a su débil víctima; compensáis las privaciones del pobre, erizando de cuidados el fausto del rico; consoláis al desventurado ofreciéndole un postrer asilo; dais, en fin, al alma ese justo equilibrio de fuerza y sensibilidad que constituye la sabiduría, la ciencia de la vida. Considerando que hay que restituíroslo todo, el hombre reflexivo no procura cargarse de vanas grandezas ni riquezas inútiles; mantiene su corazón en los límites de la equidad; y, no obstante, puesto que es menester que alimente su carrera, emplea los instantes de su existencia y usa de los bienes que le son concedidos. Así, ponéis un freno saludable al impetuoso arranque de la concupiscencia, calmáis el ardor febril de los placeres que turban los sentidos, dais descanso al ánima en la fatigosa lucha de las pasiones y la eleváis por encima de los miserables intereses que atormentan a la muchedumbre. Y desde vuestras cumbres, abrazando el escenario de los pueblos y de las épocas, solo se desplega el espíritu a grandes efectos y no concibe sino ideas sólidas de gloria y virtud. ¡Ah! Cuando el sueño de la vida haya terminado, ¿de qué habrán servido sus agitaciones, sino dejan huella de utilidad?
¡Oh, ruinas! Yo volveré a recibir vuestra sabias lecciones; me reinstalaré en la paz de vuestras soledades, y allí, lejos del espectáculo desconsolador de las pasiones, amaré a los hombres en sus recuerdos, me ocuparé de su felicidad; y la mía consistirá en la idea de haberla apresurado.

Traducción de Cristóbal Litrán

Las ruinas de Palmira
Volney (1757-1820)

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