jueves, 7 de mayo de 2020

Paciencia

Janet Ternoff. Tren.

Cada vez que voy a tomar el tren oigo a la gente decir: «No llegaremos hasta tal hora; ¡qué viaje tan lento y aburrido!». El problema está en que creen que será así; nuestro estoico andaba sobrado de razón cuando decía: «Suprime el juicio y suprimirás el mal».
Si miráramos las cosas de otro modo, veríamos que un viaje en tren es uno de los placeres más vivos. Si se abriese una sala de espectáculos panorámica en la que pudieran admirarse los colores del cielo y la tierra, y la fuga de las cosas, como sobre una gran noria cuyo centro estuviese en el fondo del horizonte, todo el mundo querría asistir a ese espectáculo. Y si el inventor reprodujera también la trepidación del tren y los ruidos del viaje, el espectáculo parecería aún más hermoso.
Pues todas esas maravillas, en cuanto subís a un tren, las tenéis gratuitamente; sí, gratuitamente, porque el precio que pagáis por el billete es para ser transportados, no para ver los valles, los ríos y las montañas. La vida está llena de esos placeres vibrantes que no cuestan nada y de los que no se disfruta lo suficiente. Sería necesario instalar rótulos, escritos en todos los idiomas, que dijeran: «Abrid los ojos, disfrutad».
Me responderéis: «Soy viajero, no espectador. Un asunto importante reclama mi presencia aquí o allá, lo más pronto que pueda. No pienso en otra cosa; cuento los minutos y las vueltas de las ruedas. Maldigo esas paradas y a esos empleados indolentes que arrastran los baúles sin pasión. Yo arrastro los míos mentalmente; arrastro el tren; arrastro el tiempo. Usted dirá que es absurdo, y yo digo que es natural e inevitable, si se tiene un poco de sangre en las venas».
Desde luego que es bueno tener sangre en las venas, pero los animales que han triunfado sobre esta tierra no son los más coléricos, sino los razonables, los que reservan su pasión para el momento adecuado. Por ejemplo, el más temible campeón de esgrima no es el que se abalanza enérgicamente sin saber adónde irá; es el flemático que espera que el hueco esté abierto y que se cuela de repente, como una golondrina. De igual modo, no arrastréis vuestro vagón, puesto que ya avanza sin necesitar vuestro esfuerzo. No arrastréis el majestuoso e imperturbable tiempo que conduce, de un instante a otro instante, todos los universos reunidos. Las cosas sólo están esperando una mirada para atraparos y llevaros con ellas. Hay que aprender a ser buen amigo de uno mismo.

11 de diciembre de 1910

Traducción de Emilio Manzano

Mira a lo lejos. 66 escritos sobre la felicidad
Alain

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