lunes, 23 de septiembre de 2019

Apócrifos del libro

Emilio Pascual. Apócrifos del Libro.

El monstruo en su laberinto 

La construcción de la torre empezó a desviarse tras una sucesión de malentendidos. La idea era rozar el cielo con las yemas de los más elevados chapiteles. Viejas leyendas atribuían a aquella llanura al borde del río el emplazamiento de un antiguo paraíso, nebuloso como cualquier edad de oro. La reunión estuvo teñida de melancolía, de victimismo, de soberbia. La melancolía alimentaba por contraste fanáticos fervores: el entusiasmo ciego de quien se siente habitado por los dioses; el victimismo encendía el deseo de desquite; la soberbia iluminaba un fin sin límites. Advertí un ánimo abonado para emprender proyectos temerarios, y propuse la edificación de la torre. Construiríamos la puerta del cielo que en algún momento de una mitología incierta se nos había cerrado; sería como forzar la verja del paraíso perdido, desarmar el querubín y arrebatarle el fuego de la espada. Me nombraron por unanimidad el arquitecto. 
Con ese ardor insano que solo saben provocar la religión o el patriotismo, todos se declararon albañiles. Fui moldeando su sentir como ellos los ladrillos. Hasta hacerles creer que mi voluntad era la suya. Algo tan elemental como la piedra fue sometida a juicio y derrotada. ¿Por qué edificar con piedra, una cosa tradicional y de cantera, cuando podíamos modelar nuestros propios materiales a nuestra imagen y semejanza? Les enseñé el arte del adobe y del ladrillo y su cocción al fuego, sin que alcanzaran a deslindar la tenue línea que separa la libertad del cautiverio: pisar barro y paja para construir la casa ajena es esclavitud; pisar la misma paja, el mismo barro para edificar tu torre, es independencia.

Apócrifos del Libro (2004)
Emilio Pascual 

2 comentarios:

Marga Iriarte dijo...

Si pudiéramos encerrar al monstruo en la torre, desquitarnos de ese ardor insano que provoca la patria y la religión. Parece que por ahora no será posible.

Higinio dijo...

Confiemos que algún día lo consigamos. Es nuestra pelea diaria.

Tienes un magnífico blog.

Un fuerte abrazo, amiga Marga Iriarte