miércoles, 30 de marzo de 2016

Espera de órdenes

Ángel García Pinto. Soldado español de infantería (1909)

El soldado en servicio actúa sólo por orden. Puede que tenga ganas de esto o de aquello; puesto que es soldado eso no cuenta, debe privarse de ello. No puede hallarse ante una encrucijada: aun si se hallare ante ella no es él quien decide cuál de los caminos tomar. Su vida activa está restringida por todos lados. Hace lo que todos los demás soldados hacen con él; y hace lo que le es ordenado. La pérdida de todas las demás acciones, que los demás hombres, según creen, ejecutan libremente, lo vuelve ávido de las acciones que tiene que ejecutar.
Un centinela que permanece durante horas inmóvil en su puesto, es la mejor expresíón de la constitución psíquica del soldado. No debe alejarse; no debe dormirse; no debe moverse, a no ser que le estén prescritos ciertos movimientos, exactamente fijados. Su servicio propiamente dicho es la resistencia a cualquier tentación de abandonar su puesto, sea cual fuere la forma en que ésta se le presente. Este negativismo del soldado, como muy bien se le puede llamar, es su espinazo. Todas las causas corrientes para la acción, como las ganas, el temor, la inquietud, de las que tan esencialmente consiste la vida del hombre, las reprime dentro de sí. Las combate mejor ni siquiera confesándolas.
Todo acto que entonces realmente ejecuta debe estar sancionado: por una orden. Puesto que es difícil para un hombre no emprender nada, se acumula en él una gran expectativa por aquello que le está permitido emprender. El deseo de acción se restaña y crece hasta los desmedido. Pero porque antes de la acción hay una orden, la expectativa se vuelve a ésta: el buen soldado está siempre en un estado de consciente espera de órdenes.

Traducción de Horst Vogel

Masa y poder (1960)
Elías Canetti

lunes, 28 de marzo de 2016

De la igualdad de clases

Ilustración de Zhang Xiexiong.

El demagogo Hsü-Hia, atraía verdaderas multitudes. Con palabra poderosa e incisiva no cesaba de machacar acerca de la igualdad natural de todos los seres humanos y contra la existencia de los privilegios. Y como era muy inteligente no apelaba a adornos literarios o a las formas tradicionales, sino que iba derecho al grano. "Acaso —tronaba— ¿es justo que el emperador F'ang y su corte de funcionarios parásitos, los mandarines que explotan la ignorancia del pueblo y los generales sus temores, vivan todos como los dioses, comiendo nidos de codornices, paseando entre sus jardines suntuosos, haciendo el amor con hermosas y experimentadas cortesanas o cabalgando a campo traviesa para cazar el tigre o el halcón, mientras vosotros, campesinos, pescadores y zapateros morís de hambre en un trabajo embrutecedor y sin pausa?". Pero F'ang, sin preocuparse demasiado lo dejaba hacer, porque Hsü-Hia vivía en un palacio lleno de muebles de ébano y madreperla, su mesa era la mejor provista del imperio, se destacaba como un formidable soldado y cazador, y además tenía éxito sin parangón con las mujeres más seductoras del país.

El libro del señor de Wu (1980)
Rodolfo Modern

sábado, 26 de marzo de 2016

Cartas

John Keats, retratado por William Hilton.

A George y Georgiana Keats
Miércoles 14 a sábado 31 de octubre 1818

Mi querido George:
Pronto os escribiré de las ideas que por ahora tengo de cómo he de pasar mi vida. En este momento, en que Tom está tan enfermo y débil, no puedo pensar en esas cosas. A pesar de vuestra felicidad y de vuestros consejos espero que nunca me casaré. Aunque después de un viaje o un paseo estuviera esperándome la más hermosa de las criaturas, aunque los tapices fueran de seda, las cortinas de nubes matinales, las sillas y el sofá estuvieran rellenos de plumas de cisne, los alimentos fueran maná, el vino mejor que el clarete, y la ventana se abriera sobre el Winandermere, no creo que sintiese lo que ahora siento, o, mejor dicho, no creo que mi felicidad fuese tan hermosa como es ahora sublime mi soledad. En lugar de lo que os he descrito, quien ahora me espera en casa para darme la bienvenida es la sublimidad. Mi esposa es la borrasca rugiente, y mis hijos son las estrellas que veo a través del cristal de mi ventana. La idea abstracta que tengo de la belleza de todas las cosas es tan poderosa que apaga la felicidad doméstica más dividida y pequeñita; yo considero que parte de esa belleza son una esposa agradable y unos niños deliciosos, pero necesito miles de esas partículas para llenar mi corazón. Cada día voy sintiendo más que, a medida que mi imaginación se enriquece, no sólo vivo en este mundo, sino en miles de mundos. Tan pronto como me encuentro solo, figuras de grandeza épica me rodean, y sirven a mi espíritu como la guardia del rey a la Majestad; pero después «pasa, arrastrándolas trás de sí, la tragedia con su mortaja coronada».(1)
Según mi estado de ánimo estoy con Aquiles gritando en las trincheras, o con Teócrito en los valles sicilianos.O me convierto de cuerpo y alma en Troilo, y, repitiendo estas líneas, «ando de un lado a otro por las riberas de la laguna Estigia como un alma perdida que espera la travesía»(2) y así me diluyo en el aire con una voluptuosidad tan delicada que me siento feliz en mi soledad. 

1. Milton, Il Penseroso, II, 97-98.
2. Troilo y Cresida. Act. III, esc. ii, 8-10.

Traducción de Concepción Vázquez de Castro

Cartas
John Keats (1795-1821)

De los ejemplos

François de La rochefoucauld. Imagen de Delcampe.net.

Reflexiones diversas
X.- De los ejemplos

Por diferencia que haya entre los buenos y los malos ejemplos, se encontrará que unos y otros casi han producido igualmente malos efectos; dudo incluso de si los crímenes de Tiberio y de Nerón nos alejan más del vicio que los ejemplos estimables de los más grandes hombres nos acercan de la virtud: ¡Cuánto fanfarrón no ha producido el valor de Alexandros! La gloria de César ¡de cuantas empresas contra la patria no ha sido causa! Roma y Esparta ¡en qué modo alabaron virtudes feroces1 ¡Cuántos filósofos importunos no ha hecho Diógenes, charlatanes Cicerón, hombres neutros y perezosos Pomponio Atico, vengativos Mario y Sila, voluptuosos Lúculo, Alkibiades y Antonio, libertinos, testarudos Catón! Todos estos grandes originales han producido un número infinito de malas copias. Virtudes y vicios son colindantes; los ejemplos son guías que nos extravían con frecuencia, y tan llenos estamos de falsedades que no nos servimos menos de ellas para alejarnos del camino de la virtud que para seguirle.

Traducción de Juan B. Bergua

Máximas. Reflexiones diversas.
François de La Rochefoucauld (1613-1680)

martes, 22 de marzo de 2016

Los cinco monjes

Zhao Kailin. Muchacha.

El Lama del Sur dirigió una urgente llamada al gran Lama del Norte pidiéndole que le enviara a un monje sabio y santo que iniciara a los novicios en la vida espiritual. Para general sorpresa, el Gran Lama envió a cinco monjes, en lugar de uno solo. Y a quienes le preguntaban el motivo, les respondía enigmáticamente: «Tendremos suerte si al menos uno de los cinco consigue llegar al Lama».

El grupo llevaba algunos días en camino cuando llegó corriendo hasta ellos un mensajero que les dijo: «El sacerdote de nuestra aldea ha muerto. Necesitamos que alguien ocupe su lugar». La aldea parecía un lugar confortable y el sueldo del sacerdote parecía bastante atractivo. A uno de los monjes le entró un súbito interés pastoral por aquella gente y dijo: «No sería yo un verdadero budista si no me quedara a servir a esta gente». De modo que se quedó. 

Unos días más tarde sucedió que se encontraban en el palacio de un rey que se encaprichó de uno de los monjes. «Quédate con nosotros», le dijo el rey, «y te casarás con mi hija. Y cuando yo muera, me sucederás en el trono». El monje se sintió atraído por la princesa y por el brillo de la realeza, de manera que dijo: «¿Qué mejor modo de influir en los súbditos de este reino para inclinarlos al bien que siendo rey de todos ellos? No sería un buen budista si no aceptara esta oportunidad de servir a la causa de nuestra santa religión». De modo que también éste se quedó.

El resto del grupo siguió su camino y una noche, hallándose en una región montañosa, llegaron a una solitaria cabaña habitada por una bella muchacha que les ofreció cobijo y le dio gracias a Dios por haberle enviado a aquellos monjes. Sus padres habían sido asesinados por los bandidos y la muchacha se encontraba sola y llena de ansiedad. A la mañana siguiente, cuando llegó la hora de partir, uno de los monjes dijo: «Yo me quedaré con esta muchacha. No sería un auténtico budista si no practicara la compasión». Fue el tercero en abandonar.

Los dos restantes llegaron , por último, a una aldea budista, donde, para su espanto, descubrieron que todos los habitantes de la aldea habían abandonado su religión y habían sido convencidos por un guru hindú. Uno de los monjes dijo: «Es mi deber hacia esta pobre gente y hacia el Señor Buda quedarme aquí y reconducirlos a la verdadera religión». Fue el último en abandonar.

Por fun, el quinto monje llegó hasta el Lama del Sur. El Gran Lama del Norte había tenido razón, después de todo.

Traducción de Jesús García-Abril, S. J.

El canto del pájaro (1982)
Anthony de Mello, s.j.  

lunes, 21 de marzo de 2016

Palabra

José Ángel Valente. Material memoria.

Palabra
hecha de nada.

Rama
en el aire vacío.

Ala
sin pájaro.

Vuelo
sin ala.

                                             Órbita
de qué centro desnudo
de toda imagen.

                                 Luz,
donde aún no forma
su innumerable rostro lo visible.

Material memoria (1979)
José Ángel Valente

viernes, 18 de marzo de 2016

Mi lámpara y mi papel blanco

Harry Kwinkelenberg. Pluma, tintero y papel.

2
La soledad se acrecienta si, sobre la mesa iluminada por la lámpara, se expone la soledad de la página blanca. ¡La página blanca!, ese gran desierto por atravesar, nunca atravesado. Esa página blanca que permanece blanca cada noche, ¿no es acaso el gran signo de una soledad sin fin recomenzada? Y qué soledad se encarna al lado del solitario cuando éste es un trabajador que no solamente quiere pensar, sino que quiere escribir. Entonces la página blanca es una nada, una nada dolorosa, la nada de la escritura.
¡Oh, si uno pudiera solamente escribir! Después, quizá se podría pensar. Primun scribere, deinde philosophare, dice una ingeniosa salida de Nietzsche. Pero se está demasiado solo para escribir. La página blanca es demasiado blanca, inicialmente demasiado vacía, para que comience realmente a existir escribiendo en ella. La página blanca impone silencio. Contradice la familiaridad de la lámpara. La «lámina» tiene, desde entonces, dos polos, el polo de la lámpara y el polo de la página blanca. Entre esos dos polos, está dividido el trabajador solitario. Un silencio hostil reina entonces en mi «lámina». No ha vivido acaso Mallarmé en una «imagen» dividida cuando evocaba:
...la desierta claridad de una lámpara
sobre el papel vacío que la blancura defiende.

Traducción de Hugo Gola

La llama de una vela
Gaston Bachelard (1884-1962)

Libro del desasosiego

Fernando Pessoa en 1928. Foto: Wikipedia

347
¿Viajar? Para viajar basta con existir. Voy de día a día, como de estación a estación, en el tren de mi cuerpo, o de mi destino, asomado a las calles o a las plazas, a los gestos y a los rostros, siempre iguales y siempre diferentes como, al final lo son todos los paisajes.
Si imagino, veo. ¿Qué más hago si viajo? Sólo la debilidad extrema de la imaginación justifica que haya que desplazarse para existir.
"Cualquier carretera, esa misma carretera de Entepfuhl, te llevará hasta el fin del mundo". Pero el fin del mundo, desde que el mundo se ha acabado dándole la vuelta, es el mismo Entepfuhl de donde se ha partido. En realidad, el fin del mundo, como el principio, es nuestro concepto del mundo. Es en nosotros donde los paisajes tienen paisaje. Por eso, si los imagino, los creo; si los creo, existen; si existen, los veo como a los otros. En Madrid, en Berlín, en Persia, en la China, en ambos Polos, ¿dónde estaría yo sino en mí mismo, y en el tipo y género de mis sensaciones?
La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos.

Traducción de Ángel Crespo

Libro del desasosiego
Fernando Pessoa(1888-1935)

miércoles, 16 de marzo de 2016

Retorno a Sísifo

Mattaus Loder. Sísifo.

Rodó la piedra y otra vez como antes
la empujaré, la empujaré cuestarriba
para verla rodar de nuevo.

Comienza la batalla que he librado mil veces
contra la piedra y Sísifo y mí mismo.

Piedra que nunca te detendrás en la cima:
te doy las gracias por rodar cuestabajo.
Sin este drama inútil sería inútil la vida.

El silencio de la luna (1985-1996)
José Emilio Pacheco

martes, 15 de marzo de 2016

Fondo de Gaveta

Clarice Lispector, fotografiada por Paulo Gurgel Valente.
 
La mayor experiencia
Antes había querido ser los otros para conocer lo que no era yo. Comprendí entonces que ya había sido los otros, y eso era fácil. Mi mayor experiencia sería ser el otro de los otros; y el otro de los otros era yo.

Los negociados
Después que descubrí en mí misma cómo se piensa, nunca más pude creer en el pensamiento de los demás.

Aproximación gradual
Si tuviera que dar un título a mi vida, sería éste: en busca de la propia cosa.

Escribir, prolongar el tiempo
No puedo escribir mientras estoy ansiosa o espero soluciones, porque en tales períodos hago todo lo posible para que las horas pasen; y escribir es prolongar el tiempo, es dividirlo en partículas de segundos, dando a cada una de ellas una vida insustituible.

Traducción de Juan García Gayó

La legión extranjera. Fondo de Gaveta
Clarice Lispector (1920-1977)

miércoles, 9 de marzo de 2016

Cuentos de amor y del Norte

H. Pohl. El mar.

El mar 
No conozco el mar, , pero me lo han contado -decía Marta-, y me ha gustado tanto que casi prefiero no ir a verlo, por si después me defrauda.

Amor
Yo tenía veinte años y el Puente era una ciudad de barro y de camiones, poblada de aventureros y comerciantes, de mujeres adustas y de niños crueles.
Pero en ese mundo también estaba ella, como una luz del sueño y de la duda. Por eso, cuando la conocí, la ciudad se volvió otra. Se adornó con flores imaginadas; flores que yo sentía, sin necesidad de verlas. Y también fue por entonces cuando más brilló el pavés de las calles. Cuando, en cada casa, vivían personas buenas, dispuestas a ayudarme, aunque no sé en qué cosa, porque yo no necesitaba nada.

Cuentos de amor y del Norte (2005)
César Gavela

martes, 8 de marzo de 2016

No pienses en las cosas que fueron y pasaron

Jet Lee. Hado, destino.

No pienses en las cosas que fueron y pasaron;
pensar en lo que fue es añoranza inútil.
No pienses en lo que ha de suceder;
pensar en el futuro es impaciencia vana.
Es mejor que de día te sientes como un saco en la silla;
que de noche te tiendas como una piedra en el lecho.
Cuando viene el yantar abre la boca;
cierra los ojos cuando viene el sueño.

Po Chu Yi (722-846)
Poeta precoz, Po Chu Yi escribe desde los nueve años. Nace en la provincia de Shenai, en el pueblo de Tai Yuan. Varias veces es favorito y luego, por calumnia, es exiliado de la corte, pero al fin le nombran gobernador de la provincia de Honan. Compra en Loyang una preciosa casa con jardín y allí toca el laúd y lee libros, transcurriendo en ella el período más feliz de su vida.
Su lenguaje poético es sencillo y los temas que elige muy variados y a veces realistas. Cuentan que, antes de publicarlos, leía sus poemas a la sirvienta y los destrozaba si ésta no los comprendía.

Del libro Poesía china: del siglo XXII a. C. a las canciones de la revolución cultural.
Prólogo, traducción y notas de Marcela de Juan (Ma Ce Huang)

No pienses en las cosa que fueron y pasaron
Po Chu Yi (722-846)

sábado, 5 de marzo de 2016

La mitad del diablo

Juan Pedro Aparicio, retratado por Juan Antúnez.

EL ARREGLO

EL MILLONARIO Atenor soñó siete noches seguidas que era pobre y a la octava se negó a acostarse. Por el contrario, el mendigo Roneta soñó que era millonario y no quería despertarse. Todo se arregló cuando Atenor entregó a Roneta la mitad de su fortuna. ¿O fue Roneta quien se la entregó a Atenor?

EL TRINO

FRAY SERAFIN salió del monasterio a recoger unas hierbas del monte. Oyó el trinar de un pajarillo y se extasió hasta perder la noción del tiempo. 
Cuando regresó, el monasterio había desaparecido. En su lugar se alzaba una urbanización de chalets de lujo y un campo de golf de veintisiete hoyos.

EL PRIMER CONSTITUCIONALISTA

EL PROFESOR Andrea del Arco, ya muy anciano, confesó a sus alumnos que había llegado a la conclusión de que Luzbel, el ángel que se rebeló contra Dios, había sido el primer mártir del constitucionalismo.

La mitad del diablo (2006)
Juan Pedro Aparicio

El pájaro imperfecto

Gale Franey. Libro y pájaro.

48
El astrónomo Said ben Ishraq, un hombre meditativo y prudente como pocos, al llegar a viejo se volvió tan receloso de las cosas lejanas que observaba las estrellas del cielo como si mirara pájaros en su jardín de Niffari.

106
En la primavera, las golondrinas hacían el nido en el balcón del abuelo Amani, porque querían saber que había bajo la mirada apasionada de aquellos ojos que nunca paraban de escrutar el horizonte.

109
Una mañana, en que Safi Konokono abrió su libro de Ciencias Naturales y comprobó con sorpresa que el águila dorada había desaparecido de su página, confuso, no se atrevió a decir nada.
Al día siguiente, cuando se hizo patente que le faltaba el halcón peregrino, quizá por prudencia, tampoco lo dijo a nadie.
Cuando, con posterioridad, se le escaparon de las hojas todos los pájaros, y después los reptiles y los ofidios y los mamíferos, Safi se hizo el tonto, porque, de repente, entendió que un libro en blanco era la mejor contribución a sus dotes de pésimo estudiante.

Traducción de Carlos Vitale

El pájaro imperfecto 
Josep-Ramon Bach

viernes, 4 de marzo de 2016

Onetti por Onetti

Juan Carlos Onetti. Foto:  Archivo El País.

Onetti por Onetti
Prólogo al cuento La novia robada

Por información directa sé que, por ejemplo, Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez, se imponen una disciplina de trabajo, tantas horas por día, pase lo que pase, se fracase o no. Esto no es una crítica, apenas una tenue manifestación de envidia. Pero yo no puedo. Falta de carácter o falta de la fe necesaria para hacer sacrificios. Me digo, un suponer, que Dostoievski escribió veinte novelas. No tenemos la veintiuna, que no pasó de proyecto, plan, apuntes, borradores y reflexiones. Y esta ausencia, ¿qué importancia tiene? El sol se empecina en continuar apareciendo por el este. Por otra parte, siempre me abandoné a lo que saliera. Dios o la vida se encargan de mí y yo acepto. Cuando llega el ataque, y sólo he podido sospechar vagamente el porqué, escribo horas, días, me extenúo y termino el cuento o el capítulo. Nunca sé, después, si volveré a escribir; siempre supongo que sí. En cuanto a los personajes creo que nacieron de los fantasmas que son puertas, que pueden ser atravesadas para confesiones parciales.

Montevideo, 31 de mayo de 1970 

Onetti por Onetti
Juan Carlos Onetti (1909-1994)