lunes, 21 de enero de 2008

Cómo se salvó Wang-Fo

El anciano pintor Wang-Fo y su discípulo Ling erraban por los caminos del reino de Han.
Avanzaban lentamente, pues Wang-Fo se detenía durante la noche a contemplar los astros y durante el día a mirar las libélulas. No iban muy cargados, ya que Wang-Fo amaba la imagen de las cosas y no las cosas en sí mismas, y ningún objeto del mundo le parecía digno de ser adquirido a no ser pinceles, tarros de laca y rollos de seda o de papel de arroz.Eran pobres, pues Wang-Fo trocaba sus pinturas por una ración de mijo y despreciaba las monedas de plata.Su discípulo Ling, doblándose bajo el peso de un saco lleno de bocetos, encorvaba respetuosamente la espalda, como si llevara encima la bòveda celeste, ya que aquel saco, a los ojos de Ling, estaba lleno de montañas cubiertas de nieve, de ríos en primavera y del rostro de la luna de verano.

Traducción de Emma Calatayud
Cuentos Orientales
Marguerite Yourcenar

2 comentarios:

Ar Lor dijo...

La vida lenta y el valor de las palabras, junto a la amistad, bullen desde el origen del mundo, en los textos de todos los filósofos.

Ulises dijo...

Ese comentario me recuerda el siguiente poema de Tao Yuanming titulado "mundaza",y como la últimas entradas son de este tono,lo escribo a continuación:

"Desde hace muchos años
quiero vivir en la aldea Sur,
no por su fama de traer
felicidad a sus habitantes,
sino por ser sencilla su gente,
con la que pasaría alegramente
las mañanas y las tardes.
Hoy por fin puedo mudarme.
Aunque la casa es pequeña,
me contento con que quepa cama y estera.
Los vecinos vienen a verme a menudo.
Charlamos con nostalgia sobre los tiempos antiguos.
Juntos nos solazamos leyendo escritos raros.
Discutimos los significados dudosos
y nos exponemos uno a otro
lo que sacamos en claro."
Yao Yuanming (365-427)