Hace años, antes de que dejaran de pasar trenes por tantos ramales, una mujer de alta frente pecosa y flequillo rubicundo entró en la estación de ferrocarril a averiguar qué había que hacer para despachar muebles."Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio"
El encargado de la estación solía aventurar a las mujeres algún piropo, sobre todo a las feúchas que parecían apreciarlos.
-¿Muebles?- dijo, como si la idea nunca se le hubiera ocurrido a nadie-. Bien. A ver. ¿De qué tipo de muebles estamos hablando?
-Una mesa de comedor y seis sillas. Un juego de dormitorio, un sofá, una mesita de té, rinconeras, una lámpara de pie. También un armario chino y un aparador.
-Caramba. Eso es una casa entera.
-Yo no diría tanto -repuso ella-. No hay nada de cocina y es sólo una habitación.
Los dientes de la mujer se agolpaban delante de la boca como dispuestos a discutir.
-Necesitará un camión.
-No. Quiero mandarlos por tren. Tienen que ir al oeste, Saskatchewan.
Alice Munro
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