Capítulo IQue los dioses te guarden, Fabio, de esta plaga, pues de todas las formas de purificar el cuerpo que el Hado nos envía, la diarrea es la más pertinaz y diligente. A menudo he debido sufrirla, como ocurre a quien, como yo, se adentra en los más remotos rincones del Imperio e incluso allende sus fronteras en busca del saber y la certeza. Pues es el caso que, habiendo llegado a mis manos un papiro supuestamente hallado en una tumba etrusca, aunque procedente, según afirmaba quien me lo vendió, de un país más lejano, leí en él noticia de un arroyo cuyas aguas proporcionan la sabiduría a quien las bebe, así como ciertos datos que me permitieron barruntar su ubicación. De modo que emprendí viaje y hace ya dos años que ando probando todas las aguas que encuentro sin más resultado, Fabio, que el creciente menoscabo de mi salud, por cuanto la afección antes citada ha sido durante este periplo mi compañera más constante y también, por Hércules, la más conspicua.
El asombroso viaje de Pomponio Flato
Eduardo Mendoza
2 comentarios:
¡La estoy leyendo, Ar Lor! ¡Y estoy mondándome a risas!
Parece que el niño Jesús hace de Watson. Habrá que leerla.
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