Es abril. Se han deshelado las aguas del Volga.
Los vapores han empezado a navegar
por los mismos lugares que hace un mes cruzaban los carros.
Antón Chéjov se dirije a la isla-cárcel de Sajalin.
Su madre le ha dicho que no lo haga,
su hermano le ha dicho que no lo haga.
Pero él lo tiene muy claro:
Quiere dar nombre al infierno.
Es diciembre. Chéjov llega a Moscú.
Su madre y su hermano acuden a recibirlo.
Trae baúles repletos de papeles.
Pero sus ojos están demasiado cansados,
cubiertos por un velo azul, cristalizados
por una delgada capa de hielo
que no puede resistir el paso de los días.
Kirmen Uribe
Mientras tanto dame la mano
lunes, 28 de abril de 2008
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