viernes, 9 de mayo de 2008

Bélver Yin

Ya de viaje hacia Nankín, donde esperaba hacerse cargo de Góel, Bélver Yin estuvo pensando en sí mismo mientras sentía que el barco se alejaba del muelle. ¿Cómo poner orden en ese caos perpetuo en el que le sumía su hermana una y otra vez? ¿De quién era el mensajero y en qué consistía su locura? ¿Era su locura Nitya, o era la creencia en ese adagio en el que Durga aconsejaba hermanarse al agua? " El agua- le había dicho antaño su madre- corre involuntaria y a todo molde se doblega, al contrario de la piedra cuya rigidez la condena a agrietarse en sus mismas entrañas." No le importaba ser agua y deslizarse por la vida con el mismo fervor indiferente, pero a veces le molestaba esa actitud evasiva tan parecida, paradógicamente, a la obediencia.
Pensar en esas cosa le consolaba a la vez que acentuaba su propensión a ver cada uno de sus actos bajo cinco prismas diferentes, uno por cada sentido. En realidad, nada de lo que hacemos tiene un sentido exacto, se dijo con indulgencia cuando ya la ciudad había desaparecido tras la niebla y en cubierta empezaba a hacer frío.
Tomaré un café antes de cenar, pensó al bajar las escaleras de proa, y tras la cena leeré a Tu Fu. Antes del alba ya estaremos en Nankín.
Bélver Yin
Jesús Ferrero

2 comentarios:

Ar Lor dijo...

Ferrero la bordó en Bélver Yin

Gavilán dijo...

Y tanto que lo bordó. Ay, jamás volvió a tocar la misma melodía. Muy buena entrada, Higinio.