sábado, 31 de mayo de 2008

El vagamundo

Llegó a Buenos Aires hace cuatro días, sólo cuatro días, y siente que no podrá quedar aquí mucho tiempo. El amor, su viejo enemigo, le acecha, le ronda, le olfatea, como un animal que se esconde pero que su presencia adivina alrededor, con uñas, con ojos ardientes. Por alguna parte de la pulpería se despereza ahora ese amor que enciende sus llamas secretas y que le obligará a partir. Su vida monstruosa ha sido eso: partir, partir en cuanto el amor alumbra. Y el amor alumbra todas las veces, en todas las parte, en todas las épocas. ¡Ay, si la falta fue grave, también es terrible el castigo! Llegar y partir, llegar y partir; con la eterna, la infinita zozobra frente a ese amor que, eludido, torna a formarse y a crecer, a modo de una enredadera que llena el aire de látigos y le impulsa a andar, a andar de nuevo, a andar...

Misteriosa Buenos Aires
Manuel Mujica Lainez

2 comentarios:

Higinio dijo...

Andar sin descanso es el terrible castigo del judío errante.

En el relato de Mujica Lainez es el amor el que le fuerza a marcharse, el amor que siente como una puñalada y que no puede evitar en cuanto ve a la primera muchacha, el amor que como una fuerza misteriosa le obliga a irse en cuanto llega a cualquier lugar.

"Él era zapatero, en jerusalén. Cuando el que arrastraba la cruz se detuvo ante su puerta y se apoyó en ella un instante, para recobrar las fuerzas, él le dijo ásperamente:
-Ve, sigue, sigue tu camino.
Y jesús le respondió, escrutándole con los ojos húmedos:
-Yo descansaré, pero tú caminarás hasta que regrese a juzgar a los mortales".

Ar Lor dijo...

"L'Amor che muove il Soli e l'altre stelle"