viernes, 2 de mayo de 2008

La metamorfosis o El asno de oro

Liber III
Sic illa maerebat, ego vero quamquam perfectus asinus et pro Lucio iumentum sensum tamen retinebam humanum. Diu denique ac multum mecum ipse deliberavi, an nequissimam facinerosissimamque illam feminam spissis calcibus feriens et mordicus adpetens necare deberem. Sed ab incepto temerario melior me sententia revocavit, ne morte multata Photide salutares mihi suppetias rursus extinguerem. Deiecto itaque et quassanti capite ac demussata temporali contumelia durissimo casui meo serviens ad equum illum vectorem meum probissimum in stabulum concedo, ubi alium etiam Milonis quondam hospitis mei asinum stabulantem inveni. Atque ego rebar, si quod inesset mutis animalibus tacitum ac naturale sacramentum, agnitione ac miseratione quadam inductum equum illum meum hospitium ac loca lautia mihi praebiturum. Sed pro Iuppiter hospitalis et Fidei secreta numina! Praeclarus ille vector meus cum asino capita conferunt in meamque perniciem ilico consentiunt et verentes scilicet cibariis suis vix me praesepio videre proximantem: deiectis auribus iam furentes infestis calcibus insecuntur. Et abigor quam procul ab ordeo, quod adposueram vesperi meis manibus illi gratissimo famulo.Sic adfectus atque in solitudinem relegatus angulo stabuli concesseram.

Libro III
En esta manera ella lloraba. Yo, como quiera que estaba hecho perfecto asno y por Lucio era bestia, sin embargo, todavía retuve el sentido de hombre. Finalmente, yo estaba en gran pensamiento y deliberación si mataría a coces y bocados aquella maligna y falsa hembra; pero de este pensamiento temerario me apartó y revocó otro mejor; porque si matara a Fotis, por ventura también matara y acabara el remedio de mi salud. Así que, bajada mi cabeza y murmurando entre mí y disimulada esta temporal injuria, obedeciendo a mi dura y adversa fortuna, voyme al establo, donde estaba mi buen caballo que me había traído, donde asimismo hallé otro asno de mi huésped Milón, que estaba allí en el establo. Entonces yo pensaba entre mí que, si algún natural instinto o conocimiento tuviesen los brutos animales, aquel mi caballo tendría alguna compasión o conocimiento y me hospedaría y daría el mejor lugar del establo. Mas, ¡oh Júpiter hospedador! ¡Oh divinidad secreta de la fe! Aquel gentil de mi caballo y el otro asno juntaron las cabezas como que hacían conjuración para destruirme, temiendo que yo les comiese la cebada: apenas me vieron llegar al pesebre cuando, bajadas las orejas, con mucha furia me siguen echando pernadas, de manera que me hicieron apartar de la cebada, que poco antes yo había echado con estas manos a mi fiel servidor y criado. En esta manera, yo maltratado y desterrado, me aparté a un rincón del establo.


La metamorfosis o El asno de oro
Lucio Apuleyo

No hay comentarios: