viernes, 23 de mayo de 2008

La pantufla desparejada

De viaje por un país de Oriente, el señor Palomar ha comprado en un bazar un par de pantuflas. De regreso en su casa, trata de calzárselas: se da cuenta que una pantufla es más ancha que la otra y se le cae del pie. Recuerda al viejo vendedor sentado sobre los talones en una covacha del bazar delante de un montón desordenado de pantuflas de todas las medidas; lo ve revolver en el montón en busca de una pantufla adecuada a su pie y que le hace probar, después revolver de nuevo y entregarle la presunta compañera, que él acepta sin probársela.
"Tal vez ahora -piensa el señor Palomar- otro hombre camina por el país con dos pantuflas desparejadas". Y ve una enjuta sombra que recorre el desierto cojeando, con un zapato que se le desliza del pie a cada paso, o si no demasiado estrecho, aprisionándole el pie encogido. "Tal vez también él en este momento piensa en mí, espera encontrarme para hacer el cambio. La relación que nos liga es más concreta y clara que gran parte de las relaciones que se establecen entre seres humanos. Y sin embargo no nos encontraremos jamás". Decide seguir usando esas pantuflas desparejadas por solidaridad con su desconocido compañero de desventura, para mantener viva esa complementariedad tan rara, ese espejeo de pasos cojeantes de un continente a otro.

Palomar
Italo Calvino

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