miércoles, 14 de mayo de 2008

La ruta de la seda

Son muy objetivos y prosaicos todos los grandes viajeros que han pasado por aquí y que, más tarde, han relatado sus impresiones. Sus razones para viajar son muy convincentes. Se dedican al comercio o coleccionan textos religiosos o quieren asegurarse de que realmente ésta es la ruta de China. Van a levantar mapas. Todo eso está muy bien.
Nosotros también tenemos nuestras razones objetivas. En alguna parte he leído que yo viajaba para relatar lo que veía. Eso también está bien.
Pero en realidad ello no explica que en estos veinte últimos años haya pasado más meses de viaje que en mi casa en Suecia, y explica aun menos por qué los grandes viajeros cuyos relatos despiertan tanta admiración emprendieron sus viajes.
Pues existe una tercera dimensión en el viaje. Esa nostalgia extraña y dolorosa de algo que estaría más allá. Las partidas al amanecer. La dulce sensación de agotamiento después del paso de una montaña. El sabor a mar en la boca antes de ver el mar. El olor a agua y a cultivos cuando aun se está en el desierto. LLegar a una ciudad en medio de la noche, permanecer inmóvil en la oscuridad y escuchar los ruidos nuevos.
Viajar no es solamente ver cosas nuevas: es también abandonar. No sólo abrir puertas , sino cerrarlas tras de sí; no volver nunca más. Sin embargo, el lugar que se ha dejado para no regresar jamás a él está siempre presente cuando se cierran los ojos. Ninguna ciudad se torna tan visible en la noche como la que se ha abandonado para no retornar a ella.
Y es justamente aquí, en el Techo del Mundo, en el momento que me doy cuenta de que jamás en mi vida concluiré este viaje que realizo desde hace veinte años - es aquí justamente, ahora, donde entiendo con qué fuerza experimento esta necesidad de partir, de continuar, de ir más allá, de abandonar, de ver más. Un deseo poderoso cuyas raíces arrancan del fondo de la existencia.

La ruta de la seda
Jan Myrdal

3 comentarios:

Higinio dijo...

Breve semblanza:"La Ruta de la Seda,recorrida desde tiempos antiguos por los mercaderes y los grandes viajeros, une el Occidente con el corazón de China. Desde su infancia, Jan Myrdal soñaba con seguir las huellas de su ilustre antecesor Marco Polo.Este escritor sueco (nacido en 1927), autodidacta, ha viajado mucho, recorriendo Europa y Asia a la manera de los Beatniks. En 1957 parte hacia China en un Citroen 2 caballos. Está a punto de llegar al Alto Pamir cuando cae enfermo y debe volver sobre sus pasos. En su lecho de hospital no piensa más que en una cosa: reanudar el viaje interrumpido".

Ar Lor dijo...

No volver ¡qué maravilla!

Gavilán dijo...

Ar Lor, ¿te embarcarías en una nave hacia los confines del espacio, sólo seguir, seguir y seguir?