jueves, 8 de mayo de 2008

Viaje al oeste. Las aventuras del rey mono

"En la cumbre misma de esa extraordinaria montaña había una roca inmortal. Tenía una altura de treinta y seis pies y medio y un perímetro de veinticuatro pies justos. Semejantes medidas no eran casuales, ya que se correspondían exactamente con los trescientos sesenta y cinco días del año solar y las veinticuatro horas que marcan el quehacer cotidiano del hombre. Poseía, además, nueve agujeros profundos y otros ocho de mejor longitud, que encontraban su equivalente numérico en las Nueve Constelaciones y en los Ocho Planetas que habitan los palacios celestes. Aunque no crecía sobre ella vegetación alguna, durante mucho tiempo había sido alimentada con las mismas semillas del Cielo y la Tierra y la fuerza extraordinaria del sol y la luna. Finalmente, por acción directa de lo alto, quedó embarazada y empezó a crecer en su interior un embrión sobrenatural. Tras largo período de gestación, se abrió inesperadamente un día y dio a luz un huevo de piedra del tamaño aproximado de un balón. Expuesto a la fuerza de los elementos, se transformó en un mono de piedra, exactamente igual a los que hoy conocemos. No pasó mucho tiempo antes de que aprendiera a correr y a subirse a los árboles. Cuando hubo dominado a la perfección tan difíciles técnicas, se inclinó, reverente, ante los cuatro puntos cardinales y entonces se produjo el milagro: de sus ojos salieron dos rayos potentísimos que llegaron hasta el mismísimo Palacio de la Estrella Polar."

Viaje al oeste. Las aventuras del rey mono
(Trad. Enrique P. Gatón e Imelda Huang Wang)
Wu Chen'gen

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