lunes, 2 de junio de 2008

La geometría del amor (Prólogo)

La ficción es experimentación; cuando deja de ser eso sencillamente deja de ser ficción. Uno nunca escribe una oración sin sentir que jamás ha sido escrita de esa manera y que, tal vez, hasta la sustancia de esa oración jamás ha sido percibida así. Cada linea es una innovación. Cuando estoy escribiendo un cuento que me gusta es realmente como si... es..., bueno, es algo maravilloso. Esto es lo que puedo hacer y amo hacerlo. Puedo darme cuenta de que es algo bueno. Le digo a Mary y los niños: De acuerdo, me voy de viaje, dejadme solo, vuelvo en dos o tres días. Y, no, jamás me he sentido como un Dios a la hora de escribir. No, la sensación es de total y completa utilidad. Todos nosotros tenemos un poder que controlamos, es parte de nuestras vidas: lo tenemos en el amor y en el trabajo que amamos hacer. Es una sensación de éxtasis, tan simple como eso. La sensación de que ésta es mi utilidad y puedo llevarla a cabo hasta el final. Algo que siempre te deja sintiéndote muy bien. En resumen: tu vida tiene un sentido después de todo... No conozco quiénes son mis lectores pero son gente maravillosas y parecen vivir vidas independientes y apartadas de los prejuicios de la publicidad, el periodismo y el irritante mundo académico. La habitación donde yo trabajo tiene una ventana que da a un bosque, y a mí me gusta imaginarme que todos ellos -estos entusiastas, adorables y misteriosos lectores- están allí, escondidos detrás de los áboles, mientras yo escribo un cuento más, un cuento menos. Bienvenidos al bosque.

"La geometría del amor"
John Cheever

3 comentarios:

Ar Lor dijo...

Repasando lo que conozco de John Cheever, veo que desgraciadamente para mí, no pertenezco a sus lectores del bosque (solo la película "El nadador" me permite decir que es original), como dijo Shrek "lo tengo en tareas pendientes".
Muy buen párrafo.

Gavilán dijo...

Esa película (protagonizada por un soberbio Burt Lancaster) está hecha con un guión desarrollado a partir del relato El nadador. La peli, aunque excelente, no le hace justicia al cuento, en apariencia sencillo (y lo es, en extructura y lenguaje, como todo lo de Cheever) pero de una complejidad en el fondo que ha hecho correr ríos de tinta para adjudicarle sentidos diferentes. Se lee en veinte minutos, pero su recuerdo perdura para siempre. Regálate su lectura, Ar Lor, y podremos hablar algun día, en una sobremesa, sobre los misterios de la literatura y sus poiédricos significados.

Ar Lor dijo...

Juro por las lágrimas de ulises ante Argos, que leeré ese relato.