viernes, 29 de agosto de 2008

Encuentro con un pájaro

Hasta entonces, Petia había vivido su vida, una vida sencilla: cepillaba palitos, se revolvía en la arena, leía libros de aventuras; sentado en la cama, escuchaba a los árboles nocturnos, que gemían y se agitaban más allá de la ventana, y pensaba que las maravillas sólo estaban en lejanas islas, en junglas llenas de papagayos, o en la inmensa América del Sur, que se va estrechando hacia abajo, con sus indios de plástico y sus cocodrilos de goma. Pero el mundo, por lo que se ve, está empapado de cuanto hay de misterioso, de triste, de mágico, de susurrante en las ramas de los árboles y ondulante en las aguas oscuras.

Fuego y Polvo
Tatiana Tolstoi

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