lunes, 29 de septiembre de 2008

Estado de la Literatura en la nación Selenita

Caspar David Friedrich: Two men contemplating the Moon
El VIAGE
DE UN FILÓSOFO
A SELENÓPOLIS,
CORTE DESCONOCIDA
DE LOS HABITANTES DE LA TIERRA
CAPÍTULO III
Estado de la Literatura en la nación Selenita.
Sobre el principio incontestable de que la dificultad no añade ningún mérito a una obra (como no sea en las recopilaciones e investigaciones laboriosas sobre la historia, la antigüedad, la cronología, etc., donde el ingenio contribuye muy poco), las disputas y las guerras suscitadas entre la rima y la razón se habían finalizado naturalmente a favor de la última, que no escribía más que en prosa, estilo natural del buen juicio. La rima, igualmente que los duelos, debió su origen a la barbarie. Un siglo ilustrado debió desterrarla del imperio de las letras.
Nuestros Selenitas no la empleaban más que en los principios de algunas ciencias escritos para el uso de la juventud, a fin de que se les quedasen en la memoria con más facilidad.
Se miraba como perdida la preciosa parte del tiempo que se gasta vanamente en romperse los sesos para encontrar y acoplar dos consonantes con la mira de hacer más brillantes los pensamientos que no deben satisfacer más que al talento, al corazón y la razón, y que no conducen comúnmente sino a alterar o desfigurar lo moral, el juicio y la verdad. Por otra parte, la inversión en el discurso que produce en parte el mérito del lenguaje poético, parecía tan opuesto a su verdadera construcción como se hallaría extraño un edificio en que los sótanos se pusiesen sobre el techo y los graneros en los cimientos, o como una nave cuyos remos se colocasen sobre la gavia y las velas en el fondo de la bodega. ¿Y qué desorden no deberá resultar del trastorno de las palabras, sabiendo que hay tales versos latinos o italianos de seis palabras que pueden trastornarse de mil maneras?
El espíritu filosófico, que no admite sino lo que está marcado con el sello de la claridad y de la verdad, había sacudido el último golpe a la rima, que no es más que un juego seductor y un abuso del ingenio. No siendo el verso en sí mismo más que un adorno del pensamiento y no un arte de hablar mejor, no puede él ser de ningún modo el lenguaje de la naturaleza: un cualquiera se explica algunas veces muy bien sin estudio y un poeta raciocina mal con bastante frecuencia, a pesar de un penoso trabajo; a favor del brillante barniz de la rima pasan muchas cosas malas, así como suelen debilitarse las buenas.

El Viage de un Filósofo a Selenópolis
Antonio Marqués y Espejo

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