en el cielo otoñal.
La embriagadora belleza de la escarcha pesa sobre
el follaje y lo humilla hacia el frío del torrente.
Sola ante la ventana, soporto el peso de los días,
y nada viene a aligerarlo.
Y compongo poemas que voy borrando
a medida que los corrijo.
A lo largo de la balaustrada, florece
el oro de los crisantemos.
El odioso clamor de las cigueñas deja caer su
pesadumbre del cielo glacial.
Y yo, tras la celosía, en la oscuridad
de mi solitario pabellón,
¡sola, quemando perfumes, y soñando... sola!
Soledad
Chao Su Cheng
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