viernes, 31 de octubre de 2008

En tierra extranjera

Karl Friedrich Lessing. Paisaje de montaña
Mediodía de domingo. El terrateniente Kamishov está sentado en el comedor de su casa ante una mesa lujosamente servida y almuerza sin prisas. Comparte con él la mesa un viejecito francés, monsieur Shampuñ. hombre pulcro, cuidadosamente rasurado. Este Shampuñ estuvo hace tiempo de preceptor en casa de Kamishov, a cuyos hijos enseñó urbanidad, buena pronunciación y baile, pero después, cuando los hijos de Kamishov crecieron y llegaron a ser tenientes, Shampuñ se quedó en la casa como una especie de aya del sexo masculino. Las obligaciones del ex preceptor no son complicadas. Ha de vestir con distinción, ha de oler a perfumes, ha de escuchar la ociosa plática de Kamishov, ha de comer, beber, dormir y, según parece, nada más. A cambio, tenía plato en la mesa, alojamiento y un sueldo indefinido.
Kamishov come y, según su costumbre, suelta la tarabilla.
-¡Es de abrigo! -dice, secándose las lágrimas que le han brotado después de engullir un trozo de jamón generosamente untado con mostaza-. ¡Concho! Me ha dado un trallazo en la cabeza y en todas las junturas. Con su mostaza francesa, esto no ocurre, aunque te comas un tarro entero.
-A unos les gusta la francesa y a otros la rusa...-declara tímidamente Shampuñ.
-A nadie gusta la francesa, si no es a los franceses. Pero un francés come todo lo que se le da: ranas, ratas, cucarachas...¡brr! A usted, por ejemplo, este jamón no le gusta porque es ruso; pero si le sirven cristal asado y le dicen que es francés, usted se lo come y se relame... Según usted, todo lo ruso es malo.
-Yo esto no lo digo.
-Todo lo ruso es malo, pero lo francés, oh, se tré joli!. Según usted, no hay mejor país que Francia, pero a mi modo de ver... bueno, ¿qué es Francia, hablando en conciencia? ¡Un pedacito de tierra! Manda allí a nuestro comisario de policía y al mes ya te pedirá el traslado: ¡no hay sitio ni para volverse! A su Francia se la puede recorrer de punta a punta en un día; en cambio, aquí sales del portalón ¡y no ves el fin de la comarca! Viajas, viajas...
-Sí, monsieur, Rusia es un país inmenso.

Primeros relatos
Antón Chéjov

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