Los viajes no se pueden medir en términos físicos. Bromeando con esta idea, se dijo Aurelio: "Un ministro de asuntos exteriores puede dar la vuelta al mundo en cinco días y, sin embargo, es como si no hubiese salido de su despacho. Evidentemente, eso no es viajar -añadió-, sino simplemente poner al servicio de su ministerio medios técnicos capaces de dotar a su despacho de una formidable elasticidad". Hay viajes, por el contrario, que se pueden efectuar sin necesidad de abandonar la ciudad en que se ha nacido, como aquel Abu Zeid, nacido y muerto en Siraf, ciudad de la que nunca salió, y que, no obstante, es el autor de uno de los libros de viajes más famosos del siglo IX. Hasta China llegó en los desplazamientos que relata en su Cadena de crónicas. Su forma de viajar (consultando libros e interrogando a gentes) no le impidió incurrir en esos cuadros fantásticos que tanto prodigaban en sus relatos los viajeros contemporáneos (hábito que no han perdido sus descendientes actuales). De la India llegó a contar que era tan desaforada la locura por el juego, que "llegan a jugarse los dedos de las manos. Después de haberse cortado las falanges, los jugadores se cauterizan las heridas con agua hirviente".
Arcadia
Ignacio Gómez de Liaño
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