Una flauta suena en la noche: suena grácil, ondulante, melancólica. Si penetramos en la vetusta ciudad por la Puerta vieja, habremos de ascender por una empinada cuesta; en lo hondo está el río; junto al río, en elevado y llano terreno, se ven dos filas de copudos y viejos olmos; de trecho en trecho aparecen unos anchos y alongados sillares que sirven de asiento. La oscuridad de la noche no nos permite ver sino vagamente las manchas blancas de las piedras. Allá, a la entrada del pueblo, al cabo de la alameda, una viva faja de luz corta el camino. Sale la luz de una casa. Acerquémonos. La casa tiene un ancho zaguán: a un lado hay un viejo telar; a otro, delante de una mesa en que se ve un atril con musica, hay un viejecito de pelo blanco y un niño. Este niño tiene ante su boca una flauta. La melodía va saliendo de la flauta, larga, triste, fluctuante; la noche está serena y silenciosa.
Una flauta en la noche
Azorín
No hay comentarios:
Publicar un comentario