("Ascendí el Parson's Nose", escribí en el libro para visitas del hotelito para alpinistas en Gales: "en veinte minutos. Encontré que las rocas eran fáciles de escalar". "Descendí el Parson's Nose", añadió algún inmortal bromista un día después, "en veinte segundos. Descubrí que las rocas eran durísimas"... Así que ahora, al acercarme a la segunda mitad de mi vida, sin quien me anuncie ni quien me cante, sin ni siquiera una guitarra, vuelvo al mar una vez más: acaso estos días de espera se parezcan más a aquel chusco descenso al que hay que sobrevivir para repetir el ascenso. En la cima del Parson's Nose, si así se deseaba, podía uno ir caminando por las colinas a casa a tomar el té, al igual que el actor en el auto sacramental puede bajarse de la cruz e irse a su hotel para beber una Pilsener...
Bajo el volcán
Malcolm Lowry
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