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Y además, incesantemente, un estruendo espantoso, ruido de carretas, el "¡iza, iza"! de los marineros, blasfemias, cantos, sirenas de barcos de vapor, los tambores y los clarines del fuerte de Saint-Jean, del fuerte de Saint-Nicolas, las campanas de la Mayor, de los Accoueles, de Saint-Victor; y, por encima, el mistral que tomaba todos aquellos ruidos, todos aquellos clamores, los agitaba, los envolvía, los confundía en su propia voz y los convertía en una música loca, salvaje, heroica como la gran fanfarria del viaje, una fanfarria que despertaba el deseo de partir, de ir lejos, de tener alas.
Al son de aquella hermosa fanfarria, el intrépido Tartarín de Tarascón se embarcó hacia el país de los leones...
Tartarín de Tarascón
Alphonse Daudet
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