A Través del Espejo y lo que Alicia encontró al otro ladoThrough The Looking GlassAt this moment her thoughts were interrupted by a loud shouting of «Ahoy! Ahoy! Check!» and a Knight dressed in crimson armour came galloping down upon her, brandishing a great club. Just as he reached her, the horse stopped suddenly: «you're my prisoner!» the Knight cried, as he tumbled off his horse.
Chapter 8
«It's my own Invention»
Startled as she was, Alice was more frightened for him than for herself at the moment, and watched him with some anxiety as he mounted again. As soon as he was comfortably in the saddle, he began once more «you're my—» but here another voice broke in «Ahoy! Ahoy! Check!» and Alice looked round in some surprise for the new enemy.
This time it was a White Knight. He drew up at Alice's side, and tumbled off his horse just as the Red Knight had done: then he got on again, and the two Knights sat and looked at each other for some time without speaking. Alice looked from one to the other in some bewilderment.
«She's my prisoner, you know!» the Red Knight said at last.
«Yes, but then I came and rescued her!» the White Knight replied.
«Well, we must fight for her, then,» said the Red Knight, as he took up his helmet (which hung from the saddle, and was something the shape of a horse's head), and put it on.
«You will observe the Rules of Battle, of course?» the White Knight remarked, putting on his helmet too.
«I always do,» said the Red Knight, and they began banging away at each other with such fury that Alice got behind a tree to be out of the way of the blows.
«I wonder, now, what the Rules of Battle are,» she said to herself, as she watched the fight, timidly peeping out from her hiding-place: «one Rule seems to be, that if one Knight hits the other, he knocks him off his horse, and if he misses, he tumbles off himself—and another Rule seems to be that they hold their clubs with their arms, as if they were Punch and Judy—What a noise they make when they tumble! Just like a whole set of fire-irons falling into the fender! And how quiet the horses are! They let them get on and off them just as if they were tables!»
Another Rule of Battle, that Alice had not noticed, seemed to be that they always fell on their heads, and the battle ended with their both falling off in this way, side by side: when they got up again, they shook hands, and then the Red Knight mounted and galloped off.
A Través del Espejo y lo que Alicia encontró al otro ladoEn este momento sus pensamientos se vieron interrumpidos por unas voces muy fuertes, unos gritos de --¡Hola! ¡Hola! ¡Jaque! --que profería un caballero, bien armado de acero púrpura, que venía galopando hacia ella blandiendo una gran maza. Justo cuando llegó a donde estaba Alicia, el caballo se detuvo súbitamente--: ¡Eres mi prisionera! --gritó el caballero, mientras se desplomaba pesadamente del caballo.
Capítulo VIII
"ES MI PROPIA INVENCION"
A pesar del susto que se había llevado, Alicia estaba en aquel momento más preocupada por él que por sí misma y estuvo observando con no poca ansiedad cómo montaba nuevamente sobre su cabalgadura. Tan pronto como se hubo instalado cómodamente en su silla, empezó otra vez a proclamar: --¡Eres mi...! --pero en ese preciso instante otra voz le atajó con nuevos gritos de--: ¡Hola! ¡Hola! ¡Jaque! --y Alicia se volvió, bastante sorprendida, para ver al nuevo enemigo.
Esta vez era el caballero blanco. Cabalgó hasta donde estaba Alicia y al detenerse su montura se desplomó a tierra tan pesadamente como antes lo hubiera hecho el caballero rojo: luego volvió a montar y los dos caballeros se estuvieron mirando desde lo alto de sus jaeces sin decir palabra durante algún rato. Alicia miraba ora al uno ora al otro, bastante desconcertada.
-¡Bien claro está que la prisionera es mía! -reclamó al fin el caballero rojo.
-¡Sí, pero luego vine yo y la rescaté! -replicó el caballero blanco.
-¡Pues entonces hemos de batirnos por ella! -declaró el caballero rojo, mientras recogía su yelmo (que traía colgado de su silla y tenía una forma así como la cabeza de un caballo) y se lo calaba.
-Por supuesto, guardaréis las reglas del combate, ¿no? -observó el caballero blanco mientras se calaba él también su yelmo.
-Siempre lo hago -aseguró el caballero rojo y empezaron ambos a golpearse a mazazos con tanta furia que Alicia se escondió tras un árbol para protegerse de los porrazos.
-¿Me pregunto cuáles serán esas reglas del combate? -se dijo mientras contemplaba la contienda, asomando tímidamente la cabeza desde su escondrijo. Por lo que veo, una de las reglas parece ser la de que cada vez que un caballero golpea al otro lo derriba de su caballo; pero si no le da, el que cae es él..., y parece que otra de esas reglas es que han de agarrar sus mazas con ambos brazos, como lo hacen los títeres del guiñol..., ¡y vaya ruido que arman al caer: como si fueran todos los hierros de la chimenea cayendo sobre el guardafuegos! Pero, ¡qué quietos que se quedan sus caballos! Los dejan desplomarse y volver a montar sobre ellos como si se tratara de un par de mesas.
Otra de las reglas del combate, de la que Alicia no se percató, parecia ser la de que siempre habían de caer de cabeza; y efectivamente, la contienda terminó al caer ambos de esta manera, lado a lado. Cuando se incorporaron, se dieron la mano y el caballero rojo montó sobre su caballo y se alejó galopando.
Lewis Carroll
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