SIENTE EL VIAJERO que su viaje toca a su fin, que pronto -lo advierte en un cambio de luz o de color en el cielo, en el sol que ilumina rincones de las estancias que habían permanecido en penumbra todo el invierno, en la repentina tibieza del aire- llegará la primavera y con ella las lluvias de Abril, y quizá la exultación del renacimiento, del despertar a un día claro y quieto.
UN SUEÑO. Es preciso bajar a la estación del Norte a esperar un tren en el que llega K. que, según me dice alguien a mi lado, no está claro si murió hace ya años en extrañas circunstancias o simplemente desapareció de la ciudad. El tren no llega. Crece el desasosiego. Era preciso que llegara. K. tenía algo importante que decirme. Desde la Cuesta de la estación un amanecer helado y la ciudad solitaria.
La negra provincia de Flaubert
Miguel Sánchez-Ostiz
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