El mismo día que cumplí dieciocho años, mi padre me llamó y me dijo, con la debida gravedad:
-Nuestro Señor quiere que todos los hombres realicen en la tierra su trabajo. No ama a los que miran, sentados en el lindero de los campos, cómo trabajan los sembradores y los que aran. Es preciso, pues, que tú elijas libremente un trabajo que dé un fin y un sentido a tu vida. Cualquiera que sea el que elijas, te prometo que no he de ponerte obstáculos. Por lo tanto, decide y habla.
Y yo que reverencio profundamente a Nuestro Señor y obedezco siempre a mi padre, respondí:
-Mi elección ya está hecha. Me haré buzo.
Mi padre se puso un poco pálido, pero contestó en seguida:
-Hágase tu voluntad.
-Nuestro Señor quiere que todos los hombres realicen en la tierra su trabajo. No ama a los que miran, sentados en el lindero de los campos, cómo trabajan los sembradores y los que aran. Es preciso, pues, que tú elijas libremente un trabajo que dé un fin y un sentido a tu vida. Cualquiera que sea el que elijas, te prometo que no he de ponerte obstáculos. Por lo tanto, decide y habla.
Y yo que reverencio profundamente a Nuestro Señor y obedezco siempre a mi padre, respondí:
-Mi elección ya está hecha. Me haré buzo.
Mi padre se puso un poco pálido, pero contestó en seguida:
-Hágase tu voluntad.
De este modo, desde aquel día, fui buzo. Durante muchos años he vivido solo y en silencio en las aguas profundas. He habitado todos los mares, he explorado todos los oceános, he descendido a todos los abismos. He encontrado cascos de galeras, con las viejas áncoras despuntadas, llenas de monedas de oro cuyas efigies se hallaban corroídas por el agua -grandes monstruos luminosos, con enormes ojos blancuzcos, me han iluminado con su resplandor irreal-, largos cuerpos verdosos, semejantes a los de las sirenas me han acariciado; he penetrado en las bocas oscuras de volcanes sumergidos; he pisado el suelo de las Atlántidas desaparecidas; he encontrado en las hendiduras cadáveres de naúfragos; me he debatido entre los tentáculos de pulpos colosales, y he llevado a la luz montones de maravillosas perlas, de extrañas conchas, de árboles fosforescentes, y los puñales que tiran al mar, por la noche, los tremebundos homicidas; las sortijas de los Dux y la aúrea copa del rey de Thule...
Llegó, pues, un día en que ya conocía todas las profundidades marinas, todos los valles de los oceános, todos los abismos más tenebrosos y los tesoros más ocultos. Llegó un día en que ya estuve impregnado de todos los perfumes salinos, y supe todos los ritmos de las olas y todas las sinfonías de las tempestades. Y entonces pensé que Nuestro Señor podía estar satisfecho de mi obra y decidí volver a mi ciudad, entre los seres terrestres que había dejado hacía muchísimos años.
Llegó, pues, un día en que ya conocía todas las profundidades marinas, todos los valles de los oceános, todos los abismos más tenebrosos y los tesoros más ocultos. Llegó un día en que ya estuve impregnado de todos los perfumes salinos, y supe todos los ritmos de las olas y todas las sinfonías de las tempestades. Y entonces pensé que Nuestro Señor podía estar satisfecho de mi obra y decidí volver a mi ciudad, entre los seres terrestres que había dejado hacía muchísimos años.
Palabras y sangre
Giovanni Papini
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