El primer viajero de la Edad Media que dejó un testimonio bastante preciso de Egipto fue el fraile dominico alemán Felix Fabri, de Ulm. En 1480 decidió emprender un peregrinaje hacia los Santos Lugares, y viajó por tierra y mar hasta Jerusalén, regresando vía el Sinaí y Egipto en 1483. Su Evagortium in Terram Sanctam es comparable a los Cuentos de Canterbury por la atracción que el peregrinaje ejerce sobre el lector. El viaje a través del desierto hasta el Sinaí, el Convento de Santa Catalina y la zarza ardiente estuvo dominado por el temor y las preocupaciones; duró 26 días y sólo los más fuertes y capaces podían esperar sobrevivir. A continuación llegaron a El Cairo para ver la Fuente de la Virgen y la cripta de la iglesia de San Sergio, en la que se refugió la Sagrada Familia, en el antiguo Cairo. Vieron las pirámides y Fabri observó, cuando se embarcaban en Alejandría rumbo a Europa, "una magnífica columna, toda de piedra, y sin embargo de altura y anchura asombrosas. En sus cuatro caras tenía figuras talladas de hombres, animales y pájaros, desde la cabeza hasta la base; nadie existe que entienda su significado". Cuatrocientos años más tarde , ese mismo obelisco también abandonaba Alejandría rumbo al Central Park de Nueva York.
Redescubrimiento del Antiguo Egipto
Peter A. Clayton
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