Cuando llegaba al río que delimita la Galia Cisalpina separándola de Italia, que se llama Rubicón, comenzó a reflexionar; a medida que se aproximaba al peligro y la cabeza le iba dando vueltas ante la grandeza y osadía de su empresa, disminuía cada vez más la carrera y, finalmente, deteniendo del todo su camino, sopesó en silencio consigo mismo muchas resoluciones diferentes, cambió de decisión en uno y otro sentido, y su determinación giró entonces en muchísimas direcciones. Compartió también con sus amigos presentes, entre los que se encontraba Asinio Polión, sus numerosas dudas, calculando cuán enormes desgracias inauguraría para todos los hombres el cruzar el río, y qué grande sería la memoria de esta acción para la posteridad. Finalmente, como si se dejara llevar por un irrefrenable impulso, fuera de todo raciocinio, hacia el futuro, y tras pronunciar esta frase que se ha convertido en preludio común para quienes se arrojan en avatares dificultosos y audaces: "¡La suerte está echada!", se lanzó con resolución a vadear el río y, marchando ya en adelante a galope, penetró en Arimino antes del amanecer y la ocupó.
Vidas paralelas
Plutarco
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