De joven leía casi siempre para aprender; hoy me ocurre que leo para olvidar.
Los libros que leí cuando tenía siete años, o diez, han desaparecido todos. Y he perdido los que poseía a los quince o a los veinte. Quedan algunos supervivientes de los que tuve entre los veinte y treinta años.
Tal vez sean más grandes, más ricos y hermosos los que poseemos en la actualidad, pero no es lo mismo. Me gustaría volver a tener, por ejemplo, aquella Divina Comedia impresa pobremente en tres tomos allá por el año 1830, con los lomos de tela encarnada en los que yo mismo escribí el título, y que leía en los últimos años del reinado de Humberto, sentado en un frío banco de mosaico, a la vera de una fingida gruta llena de agua verdosa, allá arriba en las cercanías de San Salvatore al Monte.
Tal vez sean más grandes, más ricos y hermosos los que poseemos en la actualidad, pero no es lo mismo. Me gustaría volver a tener, por ejemplo, aquella Divina Comedia impresa pobremente en tres tomos allá por el año 1830, con los lomos de tela encarnada en los que yo mismo escribí el título, y que leía en los últimos años del reinado de Humberto, sentado en un frío banco de mosaico, a la vera de una fingida gruta llena de agua verdosa, allá arriba en las cercanías de San Salvatore al Monte.
Exposición personal
Giovanni Papini
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