He aterrizado en la dulzura del atardecer. ¡Punta Arenas! Me reclino contra una fuente y miro a las muchachas. A dos pasos de su gracia siento mejor aún el misterio humano. En un mundo en que la vida se une tan bien a la vida, en que las flores en el lecho mismo del viento se mezclan a las flores, en que el cisne conoce a todos los cisnes. Sólo los hombres construyen su soledad. ¡Qué espacio se reserva entre ellos su parte espiritual! Un sueño de muchacha la aísla de mí. ¿Cómo alcanzarla en él? ¡Qué puede uno conocer de una muchacha que vuelve a su casa a pasos lentos, los ojos bajos, sonriéndose a sí misma y llena de invenciones y de mentiras adorables! De los pensamientos, de la voz y de los silencios de un amante ella ha podido hacerse un reino, y desde entonces ya no hay para ella más que bárbaros fuera de él. Más bien que en otro planeta, yo la siento encerrada en su secreto, en sus costumbres, en los ecos cantantes de su memoria. Nacida ayer de los volcanes, de la hierba o de la salmuera de los mares, ya se volvió semidivina.
Tierra de los Hombres
Antoine de Saint-Exupéry
1 comentario:
Excelente, Higinio.
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