martes, 17 de marzo de 2009

Manojito de relatos de tema bibliofílico

Judy Gibson. Nuevos horizontes.

Este apartado no pretende ser una antología ni un resumen de argumentos, sino una invitación a la lectura de algunos relatos -novelas, novelas cortas, cuentos y tres o cuatro comedias- relacionados de un modo u otro con el mundo de la bibliofilia y con los que el autor ha disfrutado, por lo que los considera recomendables para quienes aman los libros.

Ya hemos aprovechado El bibliómano de Nodier (1831), insuperable caricatura del aficionado a los libros. Don Teodoro no piensa más que en ellos: hasta le parece que los zapatos de una joven hermosa son un trozo de piel desaprovechado, pues se debería haber empleado en encuadernar un buen libro. Como dijimos, muere de desesperación al comprobar que su ejemplar de un elzevirio no es el más marginoso, pues existe otro que lo supera nada menos que en un tercio de línea.

Entre las batallas alegóricas -podrían denominarse bibliomaquias- debemos citar la narrada en el Viage del Parnaso de Cervantes (1614), donde los buenos poetas acuden a defender el monte que supuestamente habitan las musas, atacado por los malos. Deudores de la obra de Cervantes son la República literaria de Saavedra Fajardo, las Exequias de la lengua castellana de Juan Pablo Forner, La derrota de los pedantes de Leandro Fernández de Moratín, etcétera. En la misma línea está La batalla entre los libros antiguos y modernos, que Jonathan Swift publicó en 1704, a continuación del ensayo Historia de una barrica. Los autores modernos (capitaneados por Tasso, Milton, Descartes, Guicciardini, etc.) tratan de desalojar a los antiguos de la cumbre del Parnaso. No hay vencedores ni vencidos, pues Swift finge transcribir un manuscrito incompleto y lo remata con puntos suspensivos y la expresión empleada por los filólogos en estos casos: Desunt coetera (Falta lo demás).

Otro raro libro es el objeto de El viaje de Baldassare de Amín Maaluf. Lo realiza Baldassare Embriaco, comerciante libanés de objetos de arte y libros raros, en busca de El centésimo nombre (el Corán contiene 99 formas de llamar a Alá). Buscando ese mágico libro -que tuvo en su poder y enseguida perdió- recorre diversos países en el año 1666, que algunos creían iba a ser el del fin del mundo por contener el número de la Bestia. He aquí cómo describe un personaje la pasión bibliofílica: "Descubrir la existencia de un libro, acosarlo de un país a otro, cercarlo por fin, adquirirlo, poseerlo, aislarme con él para hacerle confesar sus secretos, hallarle luego en mi casa un lugar digno de él...".

La pasión por los libros
Francisco Mendoza Díaz-Maroto

1 comentario:

Ar Lor dijo...

Très bien, Higinio.