sábado, 4 de abril de 2009

La raza humana ya no estaba sola.

Cutaway view of a space colony. Fuente: NASA/Wikipedia)
Childhood's End
I
EARTH AND THE OVERLORDS
Chapter 1
......
He was already at work on his final report when the sound of shouting voices disturbed him. For a moment he sat motionless at his desk, wondering what conceivable event could have disturbed the rigid discipline of the camp. Then he walked to the window-and for the first time in his life he knew despair.
The stars were all around him as Reinhold descended the little hill. Out at sea, the "Forrestal" was still sweeping the water with her fingers of light, while further along the beach the scaffolding round the "Columbus" had transformed itself into an illuminated Christmas tree. Only the projecting prow of the ship lay like a dark shadow across the stars.
A radio was blaring dance music from the living quarters, and unconsciously Reinhold's feet accelerated to the rhythm.
He had almost reached the narrow road along the edge of the sands when some premonition, some half-glimpsed movement, made him stop. Puzzled, he glanced from land to sea and back again; it was some little time before he thought of looking at the sky.
Then Reinhold Hoffmann knew, as did Konrad Schneider at this same moment, that he had lost his race. And he knew that he had lost it, not by the few weeks or months that he had feared, but by millennia. The huge and silent shadows driving across the stars, more miles above his head than he dared to guess, were as far beyond his little "Columbus" as it surpassed the log canoes of paleolithic man. For a moment that seemed to last forever, Reinhold watched, as all the world was watching, while the great ships descended in their overwhelming majesty-until at last he could hear the faint scream of their passage through the thin air of the stratosphere.
He felt no regrets as the work of a lifetime was swept away. He had laboured to take men to the stars, and in the moment of success the stars-the aloof, indifferent stars-had come to him. This was the moment when history held its breath, and the present sheared asunder from the past as an iceberg splits from its frozen parent cliffs and goes sailing out to sea in lonely pride. All that the past ages had achieved was as nothing now; only one thought echoed and re-echoed through Reinhold's brain; The human race was no longer alone.

El fin de la infancia
La Tierra de los Superseñores
I
......
Redactaba un último informe cuando unos gritos lo interrumpieron. Durante unos instantes permaneció inmóvil, sentado ante su escritorio, preguntándose qué podía haber alterado la rígida disciplina del campamento. Luego se incorporó y se acercó a la ventana.
Y por primera vez en su vida supo lo que era la desesperación.
Rodeado de estrellas, Reinhold descendió por la falda de la colina. Afuera, en el mar, el Forrestal barría todavía el agua con unos dedos luminosos. En la bahía los andamios que rodeaban el Columbus eran ahora un brillante árbol de Navidad. Sólo la elevada proa de la nave se alzaba como una sombra oscura entre los astros.
Una radio lanzaba una estridente música de baile desde los animados cuarteles y los pasos de Reinhold se aceleraron mecánicamente siguiendo el ritmo de la música. Había llegado casi al estrecho sendero que bordeaba las arenas, cuando algún presentimiento, algo apenas atisbado, lo obligó a detenerse. Perplejo, miró primero el mar, y luego la tierra. Pasaron unos instantes antes que pensara en mirar el cielo.
Reinhold Hoffmann supo entonces, como Konrad Schneider en ese mismo instante, que había perdido la carrera. Y supo que la había perdido no por esas pocas semanas o meses que habían estado amenazándolo, sino por milenios. Las sombras enormes y silenciosas que navegaban bajo las estrellas, a una altura que Reinhold era incapaz de imaginar, estaban tan alejadas del pequeño Columbus como éste de las canoas paleolíticas. Durante un instante que pareció eterno, Reinhold observó, junto con el mundo entero, cómo las grandes naves descendían con una majestad abrumadora, hasta que oyó al fin el débil chillido de la fricción en el enrarecido aire de la estratosfera. Reinhold no se sintió apenado porque el trabajo de toda una vida se le derrumbase de pronto. Había luchado para que el hombre llegase a las estrellas, y ahora, en el instante del triunfo, las estrellas - las apartadas e indiferentes estrellas - venían a él. En ese instante la historia suspendía su aliento, y el presente se abría en dos separándose del pasado como un témpano que se desprende de los fríos acantilados paternos y se lanza al mar, a navegar solitario y orgulloso. Todo lo obtenido en las eras del pasado no era nada ahora. En el cerebro de Reinhold sonaban y resonaban los ecos de un único pensamiento: La raza humana ya no estaba sola.
El fin de la infancia
(Traducción: Luis Domenech)
Arthur C. Clarke

2 comentarios:

Gavilán dijo...

excelente, Ar Lor, como todo lo del autor.

Ar Lor dijo...

Gracias, Gavilán. Clarke es idóneo para soñar por encima de las nubes.