MollejasMollejasSonrió al ver al grandote de Deuve (Dos Velocidades: Una lenta y otra más lenta) con los brazos en jarras mirando el cielo como un pasmarote, y dejó de hacerlo cuando vio a Molín acarrear una manguera sobre una carretilla en dirección a la nave anexa a la principal. Bien sabía él para qué. Allí, en el “Palacio”, se depositaba la mierda de los pollos. Ahora entrará en el “Palacio”. Tiene que mojar la montaña de mierda seca. Si lo hace con cabeza empezará por la punta. Apuntará justo por encima y dejará que el agua caiga como fina lluvia sobre la punta de la montaña, y no dejará de apuntar allí durante un buen rato, y luego empezará a dar vueltas alrededor, lentamente, como el caballito de un tiovivo que se estuviese parando, para que la lluvia se reparta por igual y la montaña de mierda se mantenga firme. Luego, tendrá que empezar a bajar el chorro por la falda de la montaña, y tendrá que hacerlo con mucho ojo para que la montaña no se desmorone y la mierda se escurra hacia sus pies. La mierda sólo requiere ser humedecida; si la empapa está perdido. Si lo hace como Dios manda, no dejará que la montaña se empape y se forme una enorme laguna de mierda. Luego, saldrá al patio trasero a esperar durante una hora, más o menos, a que el hedor y los gases escapen por el agujero del techo. Yo solía fumar mi dos o tres cigarrillos mientras miraba el horizonte del mar allá abajo. Él, no fuma. Pero tiene ese viejo libro sin pastas, “La isla del tesoro”, que lee una y otra vez como si no lo entendiera, se sentará a leerlo en la butaca desfondada que hay contra la pared, y al cabo de poco más de una hora entrará y hurgará en la mierda para ver su consistencia. Si todo ha ido bien, la mierda estará ni húmeda ni seca, estará en su punto para ser encajonada en los moldes de madera. A dos moldes por carretilla, si aprovecha bien cada viaje, tendrá que hacer unos cincuenta o sesenta viajes hasta la explanada donde están los moldes, al aire libre y bajo la tejavana de uralita. Contando con la media hora par comer, lo tendrá listo antes de que anochezca y vaya al “Balneario” a ducharse. Y tendrá que repetirlo dentro de dos semanas. Para entonces ya habrá terminado el libro, y comenzará a leerlo, de nuevo, como si no lo hubiera entendido bien del todo o empezara a olvidarlo, otra vez.
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Asdrúbal Hernandez
2 comentarios:
Me suena, me suena.
Algún día, será un libro de texto en los Institutos.
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