Los rasgos de Illinois no llaman la atención; no saltan a la vista, están a ras del suelo y al principio dan impresión de monotonía. Las carreteras son anchas, duras, perfectas, a veces hundidas a lo lejos en una suave depresión pero tan niveladas que dan la sensación de que la tierra es realmente plana. Ya venga del este o del oeste, el viajero surca velozmente esas llanuras abiertas a inmensos horizontes y cruza infinitos campos de maiz: cielos gigantescos, nubes colosales, uniformidad sin límites, sin nada especial. Resulta difícil viajar despacio. Los interminables kilómetros, apisonados por el antiguo glaciar, invitan a acelerar. Mientras el coche devora la distancia, el viajero empieza a sentir que surca el lecho del continente, su fondo mismo, bajo y llano, y una impaciente sensación de movimiento, de urgencia, de dejarlo todo atrás, se apodera de su espíritu.
Viaje a Illinois
Saul Bellow
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