lunes, 6 de julio de 2009

Viaje sentimental

Henry Adlard. Laurence Sterne.
París
Tuve el honor de ser presentado al viejo Marqués de B..., que en su juventud se había distinguido por algunas pequeñas gestas caballerescas en la cour d'amour, y a quien todavía inquietaba el recuerdo de tales gestas y torneos. El Marqués de B... deseaba, ante todo, hacerme ver que en este asunto no se trataba simplemente de fantasías de su imaginación. Quería hacer un viaje a Inglaterra, y me preguntó muchos detalles acerca de las damas inglesas.
-No vale la pena que se mueva de su casa, créame Monsieur le Marquis -dije-. Les Monsieurs Anglais apenas si pueden obtener de ellas una mirada amable.
El Marqués me invitó a cenar.
Monsieur P..., intendente general, me hizo repetidas preguntas acerca de nuestros impuestos. Había oído decir que eran muy considerables.
-Lo serían si supiéramos cómo cobrarlos -dije, inclinándome en profunda reverencia.
De haberme expresado en otros términos, Monsieur P... no me hubiese invitado nunca a comer.
Me habían presentado, equivocadamente, a Madame de V... como un bel esprit. Madame de V..., que era también un bel esprit, ardía en impaciencia por conocerme y oírme hablar.
Apenas me había sentado ante ella cuando comprendí que no le importaba un comino que yo tuviese o dejase de tener ingenio. Lo que le importaba era que admirase el que ella poseía. Pongo al cielo por testigo de que no abrí los labios.
Después de lo cual, Madame de V... decía a quien quisiera oírla:
-En mi vida he encontrado a un hombre que tenga conversación más sustanciosa.

Viaje sentimental
Laurence Sterne

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