Así que estaba ansioso por visitar a pie una tierra salvaje en la que todavía hubiera depredadores en su propio ambiente. ¿Cómo sería caminar durante todo un mes en estrecha compañía con animales que me obligaran a bajar varios eslabones en la cadena alimentaria? La posibilidad se me presentó cuando Iain propuso una idea: efectuar una expedición a pie desde la cumbre del Kilimanjaro hasta el océano Índico, cruzando el vasto Tsavo, el parque nacional más grande del África Oriental. A pesar de la caza furtiva que el Tsavo sufrió en la década de los ochenta, los elefantes habían regresado y, con la escepción de los rinocerontes, a los que se cazó casi hasta su extinción, el ecosistema está al completo. Son veitiún mil kilómetros cuadrados de tierra salvaje, y atravesarla a pie sería lo mismo que cruzar todo un país.
Sería un viaje como aquellos a los que el antropólogo y aventurero italiano Fosco Marainí se refirió al hablar de las únicas formas auténticas de viajar: los viajes en donde los postes de señalización no nos resultan familiares, y en los que los nuevos mundos que vemos revelan elementos en nuestro interior cuya existencia ignorábamos.
La sombra del Kilimanjaro
Rick Ridgeway
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