Enrique Jardiel PoncelaResumiendo la autobiografía: soy una persona feliz. No soy rico ni pienso que lo seré nunca; pero soy feliz.
Igual me hace feliz ver cómo el sol inunda las calles con su luz inimitable que me hace feliz ponerme un traje recién planchado. El "mecanismo" de mi felicidad se plasma perfectamente en el pequeño bosquejo de vida que escribo a continuación:
"Son las doce de la mañana. Salgo de casa. El calor del mediodía me acaricia la piel. Ensancho el pecho, respiro a gusto. Luego echo a andar calle abajo silbando una cancioncilla. Pasa un automóvil, le hago un regate. ¡Qué bien! Me encuentro agilísimo... Los árboles tienen un verde brillante. ¡Vivan los árboles verdes! Un perro olisquea la fachada de una casa. Lo llamo, le hago una caricia; el perro menea el rabo. Los perros... ¡qué simpáticos son los perros! Más allá juegan unos niños. Uno de los niños sonríe, el otro llora con furia. ¡Je! Tienen gracias los chicos, ¿eh? Sigo adelante cada vez más contento. Una muchacha guapísima avanza. ¡Dios! ¡Qué guapa es! Tendrá vacíos el corazón y el cerebro, como todas, claro; pero ¡qué guapa es! ¡Qué piernas las suyas! ¡Qué ojos! ¡Qué boca! ¡Vivan las mujeres lindas! Adelante... Llego a un café soleado y tranquilo. Extiendo las cuartillas. Me sirven el café. Tomo un sorbo. Está estupendo. Sabe a Sidol, pero está estupendo. Enciendo un cigarro. ¡Ah! Fumar... ¡qué delicia! Debo de tener los pulmones hechos cisco, pero ¡qué delicia! ¡Ea! Al trabajo. ¡Venga, a ver... la estilográfica!... Y las cuartillas se van llenando, con el optimismo supremo de la tinta azul sobre el papel blanco y satinado.
¿No hay razones para ser feliz?"
No-espacio
Hace 14 horas
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