Wenceslaus Hollar: Rex et Regina de Tunis. Fuente: Wikipedia
§1. Algunas veces no hay manera de dar una explicación precisa de la razón que rige la constitución de una determinada familia de palabras en nombre de una unidad de significación —sin precisar todavía lo que se entiende aquí por «unidad»—, nimenos aún de qué condiciones del significar son las que obran en semejante agrupación, y, sin embargo, la familia es reconocida y aceptada en el público consenso y, al menos en sus términos centrales, sin vacilación alguna: propongamos, por ejemplo, a diversos sujetos que nos pongan en un papel las palabras afines de «guapo». Esa falta de una explicación precisa resulta tanto más desconcertante cuando se echa de ver que la agrupación no está solamente fundada en un tan palmario como indefinible sentimiento de afinidad semántica sino también ratificada en el experimento lingüístico constructivo, o sea, cuando se descubre que la presunta unidad de significación se ve corroborada en consecuencias funcionales: con el sentimiento de afinidad semántica que reúne las palabras «guapo», «lindo», «bonito», etcétera, se corresponde, en el experimento constructivo, la repulsión a verlas asociadas en una misma predicación o atribución: las expresiones «el niño es guapo y lindo» y «el niño lindo y bonito» suenan estridentes. Pero esa estridencia no parece dejarse remitir ni a una explicación gramatical (no habría agramaticalidad, puesto que «guapo», «lindo» y «bonito» son elementos homogéneos, como está mandado que lo sean los miembros unidos por una conjunción) ni a una explicación lógico-conceptual precisa (no podríamos decir que entre esas dos parejas de palabras medie contradicción, como entre «transparente y opaco», ni redundancia, como entre «transparente y diáfano»); la estridencia parece, pues, que se sitúa en tierra de nadie, pasados los controles de frontera de la jurisdicción gramatical, pero sin acceder al claro y bien partido territorio de los discernimientos conceptuales.
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