En cada mesa dos. Hombres y mujeres
en cruz. Cercanos, desnudos y, con todo, sin dolor. El cráneo abierto. El pecho dividido. Los cuerpos paren por última vez.
Cada uno tres cazuelas llenas: de sesos a testículos. Y el templo de Dios y el establo del demonio pecho a pecho en el fondo de un cubo se burlan del gólgota y del pecado original.
El resto va en los féretros. Todos son nacimientos nuevos: piernas de hombre, pechos de niño y cabellos de hembra. He visto, de dos que fornicaron un día, que estaba allí, como surgido de un vientre materno.
Requiem
Gottfried Benn
2 comentarios:
Gottfried Benn tenía que ser, con los versos de la devastación, profético impulso de los horrores que habían de venir a su Alemania, cadáveres mutilados que gritan sin voz desde las entrañas de sus lectores.
Una figura tan apasionante y controvertida como profundos y descarnados son sus versos.
Sacudida brutal de una corriente eléctrica que procede directamente de la palabra.
Incomensurable.
Besazos.
El templo de Dios y el establo del demonio. Y en el fondo de un cubo. Me hace pensar en mi querido Omar Jayyam:
Este mundo es un mito, ¡date prisa!
mis días pasan veloces,
más veloces que la brisa.
¡Turbio ya, quiero más vino en mi copa!
Pues bien, más besazos.
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