Le dije a mi mujer que estaba pensando en salir el sábado temprano y que estaría de vuelta antes de la cena, pero pareció no oírme. Había tenido un día duro en el hospital, uno de esos días duros en que uno de los niños de tu planta termina por sucumbir a la leucemia. Luego, en el metro vuelves a casa y sin ningún motivo te fijas en la joven que está leyendo un libro y te ves a su misma edad. Te preguntas dónde están los veinte años que os separan, qué has hecho de ellos, a dónde habrán ido a parar. Y mirar el reflejo de tu rostro en el cristal de la ventana sólo te confirma que los días venideros han de alejarte más de la espuma de los sueños.
Dársena
3 comentarios:
¡Terriblemente bueno! Gavilán.
¡Te hará inmortal!
Gracias, Ar Lor. Pero no quiero la inmortalidad si no puedo disfrutarla junto a vosotros.
Sabes que ese deseo pertenece a la espuma de los sueños y que lo compartimos todos.
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