René Caillié, hijo de una familia modesta, sintió la vocación de explorador leyendo el Robinsón Crusoe. En adelante, no tuvo más que un deseo: visitar "los países que fueron la tumba de viajeros ilustres". A los dieciséis años, se alista en una expedición al Senegal. Dos años más tarde, se le encuentra en la Guadalupe. Allí, nuevas lecturas mantienen viva su pasión, en especial las narraciones de Mungo Park, que había alcanzado el Níger. A los diecinueve años, toma parte en una exploración del Boundou, pero la fiebre le obliga a regresar a Francia. Se le verá, como Rimbaud a su regreso de Etiopía, tendido en una chaise longue delante de su casa, interrogado por los transeúntes, que le llaman el "africano". Y, sin embargo, aún no ha realizado su mayor propósito: visitar Tombuctú, la ciudad cuyo nombre suena en los oídos de los europeos como el de Bagdad. ¿Acaso no es el centro del mercado del oro y, por esta razón, la ciudad más rica de África? Si los africanos prohíben rigurosamente la entrada, ¿no es a causa de los tesoros que allí se acumulan?
El 19 de abril de 1827, sin apoyo, sin dinero, y solo, intenta la aventura. Necesitará más de un año para alcanzar Djenné, a orillas del Níger. Allí cambia su paraguas por una piragua. El 23 de marzo de 1828 se embarca, siempre solo, remonta el río, llega a Kabara, el puerto de Tombuctú, y se dirige a pie hacia la ciudad. Después de dos horas de marcha, hela aquí. cruza su puerta sin dificultades e inmediatamente queda decepcionado. "Al entrar en Tombuctú, objeto de la busca de las naciones civilizadas de Europa, fui presa de un inexpresable sentimiento de satisfacción. Pero me había hecho una idea muy distinta de la grandeza y riqueza de esta ciudad. No ofrece más que un amontonamiento de casas de tierra, mal construidas, en unas llanuras inmensas de la mayor aridez; en la naturaleza, todo es triste; reina el mayor silencio, no se oye el canto de ningún ave... ".
Diccionario de las Exploraciones
Jean Riverain
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