Cosas que pasan, viejas historias que nos traen en ráfagas el fragor épico de las pasiones cotidianas, la sospecha de que cada cual es lo que es pero también aquello que pudo o quiso ser y que acaso es en lo más profundo de sus convicciones y deseos. Porque, en efecto, resulta muy difícil inventar algo sobre nosotros mismos (si la invención es coherente y sincera) que no esté ya sugerido en el pasado, que la memoria (ella y no la imaginación, es la verdadera loca de la casa) no haya convertido en una certeza más o menos remota. Del mismo modo que un relámpago en la noche le muestra al viajero el abism0 por cuyo borde camina, a veces la memoria nos ofrece la visión fulgurante de los vestigios del paraíso que un día fue nuestro y que perdimos porque así es la vida y aquí estamos de nuevo: exilados en el presente, recordando aquella edad legendaria en que las ilusiones permanecían intactas y todo estaba por hacer y no había proyecto que excediera los ímpetus de nuestro afán.
Entre líneas: el cuento o la vida
Luis Landero
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