Intentamos volver directamente a Lhasa. Así podríamos conocer el lago Yamdro Yumtso y el monasterio de Sámting. Pero no había autobuses que hicieran ese recorrido y un conductor de jeep nos pidió por el viaje una cantidad exorbitante. Así que vuelta a Shigatse. Durante el viaje se sienta a mi lado un tibetano joven. Va vestido con una chupa de ribetes dorados, y sombrero nuevo de fieltro. Lleva, a guisa de riñonera, un ha-u, cajita de plata o similar, con vistosas piedras engastadas, donde los tibetanos suelen guardar amuletos y reliquias. Hablamos durante un buen rato, y de pronto, abre el ha-u, saca una foto y me dice:
-Mira, ésta es mi novia.
Es la foto de una joven tibetana desnuda. Este Tíbet no para de darte sorpresas.
-Mira, ésta es mi novia.
Es la foto de una joven tibetana desnuda. Este Tíbet no para de darte sorpresas.
En el país de las nieves
Iñaki Preciado Idoeta
2 comentarios:
Bueno, bien, los occidentales han tomado eso por costumbre, sólo que en vez de una foto procedente de una cajita de plata, la muestran en una pantalla de móvil y con mucho menos romanticísmo. Ah, y no tiene por qué ser su novia, aunque a veces sí. Occidente no dejará de sorprenderme.
Abrazos.
Occidente y Oriente no son tan distintos como parecen.
Y en cuanto a los jóvenes occidentales que mencionas, ya en la época de los griegos, un filósofo (no recuerdo su nombre)dijo lo siguiente:
"Con esta juventud que únicamente piensa en divertirse e ir al gimnasio, no llegaremos a ninguna parte".
Un fuerte abrazo, amiga El Patio.
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