Domingo, 5 de mayo de 1901, 9 de la mañana
En medio del terrible desconcierto de mi vida en estos días pasados, oscuros como ningún otro anterior, mantengo gozosa la perennidad del sentido de lo que es hermoso, del amor al arte y a la naturaleza.
Hay una belleza en cada cosa y saberla discernir es don sólo del poeta: ese don aún vive en mí y me glorifica. porque los únicos tesoros imperecederos son los del Pensamiento. La piedra de una estatua, muda para el vulgo, guarda celosamente, mientras dura, la misma Idea que concibió su forma.
Los diarios de una nómada apasionada
Isabelle Eberhardt
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